Jesucristo exhorta al alma a su amor y se queja de la ingratitud de los pecadores.
REVELACIÓN 3
Yo soy tu Dios y Señor a quien tú veneras. Yo soy el que conservo y sustento el cielo y la tierra, sin que tengan estribos ni columnas en que sustentarse. Yo soy el que cada día bajo la apariencia de pan soy sacrificado en el altar, Dios y hombre verdadero, y yo mismo soy el que te he escogido. Honra a mi Padre, ámame a mí, obedece al Espíritu Santo, ten a mi Madre por tu Señora, venera a todos los Santos; guarda la fe que te enseñará tu maestro, que con mi ayuda, habiendo experimentado el espíritu de falsedad y el de la verdad, salió vencedor; ten verdadera humildad, la cual consiste en que te tengas y manifiestes ser quien eres, y des a Dios la gloria por los bienes y beneficios que te hace.
Pero en estos miserables tiempos muchos me aborrecen, y mis palabras y obras las tienen por dolor y vanidad, y al demonio aman y abrazan. No hacen cosa por mí que no sea con tristeza y amargura, y aun mi nombre no lo confiesan. Pero aman al mundo con tantas veras, que no se cansan de servirle noche y día y andan siempre afanosos por el amor de las cosas mundanas.
Mas el servicio que esos tales me hacen, es para mí tan grato, como si uno ofreciera dinero a su enemigo, para que diera la muerte a su propio hijo. Así proceden estos amadores del mundo: porque dan una pequeñísima limosna, y me honran sólo con sus labios para que les sucedan prósperamente las cosas del mundo, y de este modo perseveran en su honra y en su pecado, y con esto se le ahoga el buen espíritu, y nunca dan paso en el bien ni en la virtud.
Por tanto, si tú te determinases a amarme con todo tu corazón, y no deseases otra cosa sino a mí, yo seré cual piedra imán que con mi amor te atraeré a mí; y te servirá mi brazo de almohada y defensa, y es tan fuerte, que cuando está plegado no hay quien lo extienda, y cuando está extendido no hay quien lo doble; tan dulce y suave, que sobrepuja las cosas aromáticas, y no tiene comparación con él todos los deleites del mundo