viernes, 15 de julio de 2022

HEROES Y MARTIRES DE LA VENDEE

 


FUENTE

VANDEANOS – 15/07/2022

Los vandeanos, entrañablemente adheridos a la monarquía católica, se distinguieron particularmente en ese rechazo a las autoridades revolucionarias.

El levantamiento popular, en ocasiones sin más armas que los aperos de labranza, fue tan entusiasta que infligió a los azules derrotas memorables, de forma que los caudillos católicos se convirtieron en mitos, comenzando por el primero de ellos, Jacques Cathelineau, muerto en combate como representa el vitral, y siguiendo por nombres de leyenda como Charette o el conde de La Rochejaquelein.

Hasta 40.000 soldados lograron presentar en orden de batalla los contrarrevolucionarios, que estuvieron a punto de conquistar Nantes. Llegaron a sumar más de 100.000 hombres.

La Convención comprendió que la mecha vandeana podía prender en todo el país por motivos similares, y fue entonces cuando se tomó la decisión del genocidio. El decreto de 1 de agosto de 1793 incluía el envío a la región de cantidades ingentes de materiales combustibles de toda clase. El pueblo no combatiente abandonó masivamente la zona, en número de 80.000 personas, mientras los revolucionarios saqueaban y quemaban sus casas.

Un despacho del general Marceau, comandante en jefe interino del ejército revolucionario, describe así su paso por la Vendée: “Por agotadas que estuvieran nuestras tropas hicieron todavía ocho leguas, masacrando sin cesar y haciendo un botín inmenso. Nos hicimos con siete cañones, nueve cajas de munición y una inmensidad de mujeres”, tres mil fueron ahogadas en Pont Baux. Los ahogamientos masivos en los ríos fueron uno de los métodos más usados para las matanzas a las que llamaban eufemísticamente “deportaciones verticales”.

“Fusilamos a todo el que cae en nuestras manos, prisioneros, heridos, enfermos en los hospitales”, confiesa el general Rouyer.

La intensidad de las matanzas era de tal calibre, que algunos de los ejecutores quisieron ponerse a cubierto de cualquier responsabilidad. El 17 de enero de 1794, el general Turreau exige a la Convención que le confirme la orden de “quemar todas las villas, pueblos y aldeas de la Vendée que no estén en el sentido de la Revolución”. Y no por escrúpulos morales, sino por mera seguridad jurídica, pide certidumbres: “Debéis igualmente pronunciaros de antemano sobre la suerte de las mujeres y los niños. Si hay que pasarlos a todos por el filo de la espada, yo no puedo ejecutar semejante medida sin una orden que ponga mi responsabilidad a cubierto”. La respuesta del Comité de Salud Pública llegó el 8 de febrero, y es la prueba evidente de que en la Vendée todo lo que se hizo estaba amparado por las autoridades de la Revolución Francesa. “Te quejas, ciudadano general”, le dicen, “de no haber recibido del Comité una aprobación formal a tus medidas. Éstas le parecen buenas y puras, pero alejado del teatro de operaciones, espera los resultados para pronunciarse: extermina a los bandidos hasta el último, ése es tu deber”. Los bandidos eran, obviamente, los católicos vandeanos.