“SI QUEREMOS SER SALVOS, TENEMOS LA OBLIGACIÓN DE CREER LAS VERDADES
DEL CREDO”
“La prudentísima Madre de la Sabiduría juzgó que convenía reducir a una
breve suma todos los misterios divinos que los Apóstoles habían de predicar y
los fieles creer y sirviesen como de columnas inmutables para levantar sobre
ellas el edificio espiritual de esta nueva Iglesia del Evangelio. Presentó sus
deseos al mismo Señor que se los daba y por más de cuarenta días perseveró en
esta oración con ayunos, postraciones y otros ejercicios. María Santísima fue
medianera entre ellos y su Hijo Santísimo para que la Iglesia recibiese esta
nueva ley escrita en los corazones reducida a los artículos de la Fe, que no se mudarán ni faltarán en ella porque son
verdades divinas e indefectibles.
… para responder a estas
peticiones de la Madre, descendió de los cielos personalmente su Hijo Santísimo
Cristo nuestro Salvador y manifestándosele con inmensa gloria le habló y dijo:
Madre mía y paloma mía, descansad
en vuestras ansias afectuosas y saciad con mi presencia y vista la viva sed que
tenéis de mi gloria y aumento de mi Iglesia. Yo soy el que puedo y quiero
dárselos, y vos Madre mía, la que podéis obligarme y nada negaré a vuestras peticiones y deseos.
… despidióse Cristo nuestro bien de su beatísima Madre y se volvió a la
diestra de su Eterno Padre. Y luego inspiró en el corazón de su Vicario San
Pedro y los demás que ordenasen todos el Símbolo de la fe universal de la
Iglesia. Ayunaron diez días continuos y perseveraron en la oración. Se juntaron
los doce Apóstoles en presencia de la gran Madre y Maestra de todos, y San Pedro dijo:
Para que todos prediquemos una misma doctrina y los fieles la crean, porque
la Santa Fe ha de ser una como es uno el bautismo, conviene que ahora todos
juntos y congregados en el Señor determinemos las verdades y misterios que a
todos los creyentes se les han de proponer expresamente, para que todos sin
diferencia los crean en todas las naciones del mundo.
Promesa es infalible de nuestro Salvador que donde se congregaran dos o
tres en su nombre estará en medio de ellos, y en esta palabra esperamos con
firmeza que nos asistirá ahora su divino Espíritu para que en su nombre
entendamos y declaremos con decreto invariable los artículos que ha de recibir
la Iglesia Santa, para fundarse en ellos hasta el fin del mundo, pues ha de
permanecer hasta entonces.
Luego el mismo Santo celebró una Santa Misa y comulgó a María Santísima
y a los otros Apóstoles, y acabada se postraron en tierra, orando e invocando
al divino Espíritu, y lo mismo hizo María Santísima. Y habiendo orado algún
espacio de tiempo se oyó un tronido como cuando el Espíritu Santo vino la
primera vez sobre todos los fieles que estaban congregados y al punto fue lleno
de luz y resplandor admirable el cenáculo donde estaban y todos fueron
ilustrados y llenos del Espíritu Santo. Y luego María Santísima les pidió que
cada uno pronunciase y declarase un misterio, o lo que el Espíritu divino le
administraba. Comenzó San Pedro y prosiguieron todos en esta forma:
San Pedro: Creo en Dios Padre,
Todopoderoso Creador del cielo y de la tierra.
San Andrés: Y en Jesucristo su
único Hijo nuestro Señor.
Santiago el Mayor: Que fue
concebido por obra del Espíritu Santo, nació de María Virgen.
San Juan: Padeció debajo del
poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado.
Santo Tomás: Bajó a los
infiernos, resucitó al tercero día de entre los muertos.
Santiago el Menor: Subió a los
cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso.
San Felipe: Y de allí ha de venir
a juzgar a los vivos y a los muertos.
San Bartolomé: Creo en el Espíritu
Santo.
San Mateo: La santa Iglesia
Católica, la comunión de los Santos.
San Simón: El perdón de los
pecados.
San (Judas) Tadeo: la
resurrección de la carne.
San Matías: La vida perdurable.
Amén.
Este Símbolo, que vulgarmente
llamamos el Credo, ordenaron los Apóstoles después del martirio de San Esteban
y antes que se cumpliera el año de la muerte de nuestro Salvador. Y después la Santa Iglesia, para
convencer la herejía de Arrio (que niega
la Divinidad de Jesús) y otros herejes en los concilios que contra ellos hizo,
explicó más los misterios que contiene el Símbolo de los Apóstoles y compuso el
Símbolo o Credo que se canta en la Santa Misa. Pero en sustancia, entrambos son
una misma cosa y contiene los doce artículos que nos propone la doctrina
cristiana para catequizarnos en la fe, con la cual tenemos la obligación de
creerlos para ser salvos.
Y al punto que los Apóstoles acabaron de pronunciar todos este Símbolo,
el Espíritu Santo lo aprobó con una voz que se oyó en medio de todos y dijo: Bien
habéis determinado. Y luego la gran Reina y Señora de los cielos dio gracias al
Muy Alto con todos los Apóstoles…”
Del Libro Mística Ciudad de Dios
Por la Venerable Sor María de Jesús de Agreda