miércoles, 21 de noviembre de 2018

DOS ARQUITECTOS DE LA REVOLUCION


"Los avisos no habían faltado, pero, como hoy, se había creado una conspiración del silencio."


Dos hombres dominan la pre-Revolución: Voltaire y Rousseau. 

“Rousseau —decía Veuillot— sigue a Voltaire como el castigo sigue al crimen” y con una palabra ejecutaba a Voltaire: “Voltaire, tan conocido, no fue más que un hombre en el anonimato durante toda su vida. Asestaba sus golpes por la espalda a la vuelta de una esquina, envuelto en su capa”. Una tarde de marzo de 1894, el abate Garnier daba una conferencia en Argenteuil. Recordó las palabras de Voltaire: “Mentid, mentid, siempre quedará algo”. Fue requerido por un oyente para que dijera en qué línea, en qué página, en qué capítulo se encontraba esta frase. “Os daré la respuesta, en el Peuple Français”, respondió el abate. Mantuvo su palabra y el 16 de marzo de 1894 publicaba la referencia prometida: “La frase que he citado se encuentra en una carta escrita a Thiriot, con fecha 21 de octubre de 1936; en ella Voltaire añadía incluso esto: ‘Hay que mentir como un demonio, no tímidamente, ni por algún tiempo, sino osadamente y siempre’ “. Se comprende la frase de Veuillot sobre Voltaire cuando decía que éste “asestaba sus golpes por la espalda”.

Cuando en plena Revolución, Condorcet dijo: “Voltaire no ha visto todo lo que hacemos, pero ha hecho todo lo que vemos”, sabía lo que decía. 

Todo esto era el resultado del “abominable complot” que había previsto Pío VI; el mismo complot que descubría María Antonieta en 1790 y que le hacía escribir a su hermano el emperador Leopoldo II: “Tened mucho cuidado, ahí (en Austria) con cualquier asociación de francmasones. 
Ya os lo habrán advertido; por este camino es por el que todos los monstruos de aquí cuentan con llegar al mismo fin en todos los países”. 

Los avisos no habían faltado, pero, como hoy, se había creado una conspiración del silencio. 

En 1785, un sacerdote apóstata austríaco, llamado Lang, fue herido por un rayo cuando llevaba importantes mensajes del jefe de la Masonería de los Iluminados de Baviera, el doctor Weishaupt. Los papeles que se le encontraron permitieron el arresto de los principales afiliados. Tuvo lugar un proceso cuyas piezas de autos fueron hechas públicas por el Elector de Baviera, con el fin de informar a todas las potencias cristianas del complot tramado contra todas ellas. 

El abate Burruel los publicó también, cuando estaba en el exilio en Hamburgo, en 1795, en sus Memorias para servir a la historia del jacobinismo“. Podemos leer en ellas esta consigna de Weishaupt:

“Los francmasones deben ejercer el imperio sobre los hombres de cualquier Estado, de cualquier nación y de CUALQUIER RELIGIÓN, dominarlos sin ninguna violencia externa, mantenerlos unidos por vínculos duraderos, inspirarles UNA MISMA IDEA, animarles de un mismo espíritu, en el mayor silencio y con toda la actividad posible, dirigir a todos los hombres de la tierra hacia el mismo fin.

EN LA INTIMIDAD DE LAS SOCIEDADES SECRETAS ES DONDE HAY QUE SABER PREPARAR LA OPINIÓN’’. 

Verdaderamente, sería una singular crítica histórica la que quisiese ignorar lo que está entre los bastidores de la historia. 

En junio de 1895, se abre una discusión en El Rappel sobre el origen de la divisa: Libertad, Igualdad, Fraternidad. Un miembro de la logia Unidad Masónica, M. Henry Vaudémont escribe al periódico: “El origen de la divisa republicana: Libertad, Igualdad, Fraternidad, es conocido desde hace largo tiempo: era la de hace cerca de un siglo y es todavía, la de la francmasonería. 

Si estaba en germen en el Juramento del Jeu de Paume, si fue aprobada por el Club de los Cordeliers y preconizada por el impresor Momoro, es simplemente porque la mayoría de los hombres que dirigieron en sus comienzos el inolvidable movimiento de 1789, eran francmasones.

La Iglesia Ocupada (Jacques Ploncard d Assac) Capítulo III