viernes, 30 de marzo de 2018

CRISTO PADECIÓ SIEMPRE POR MI


Nunca meditemos que lo que Cristo sufrió lo sufrió por culpa de Judas, de Caifás, de Herodes, de los que le azotaron, coronaron de espinas y crucificaron. Ellos le vendieron, sentenciaron, y escarnecieron y pusieron en la Cruz. Pero Cristo, que lo sufrió todo por su causa y su provecho, padeció siempre por mí. Por mi culpa y por mi bien.  Por mí padeció la traición de sus discípulos, por mí las negaciones de Pedro, por mí los desprecios de Herodes, por mí la sentencia de Caifás, por mí los azotes y la corona de espinas, y la crucifixión. Todo por mis pecados y todo para salvarme. Todo para mi ejemplo y mi consuelo.

   Por mí sufrió las bofetadas, y los salivazos, y las blasfemias, y las burlas con que se divirtió toda la noche la canalla servidora de Caifás.

   Por mí fue, Salvador mío, por mí.

Ignacianas
Angel Anaya, S.J.

VIERNES SANTO: Meditación



Meditación

Por el P. Alonso de Andrade

De lo que Cristo padeció en la cruz.

   Punto I.- Este día es dedicado todo a la estación del Calvario, del cual conviene que no te apartes un punto. Levanta los ojos y verás a tu dulce Esposo entre dos ladrones, reputado por uno de ellos, recorre la memoria a lo pasado y hallarás que nació entre dos animales en el campo, en una choza de pobres, que vivió en mendiguez con los humildes, que se acompañó con los hombres ordinarios, y que ahora muere entre dos ladrones, condenando nuestra soberbia. Aprende la lección que te lee desde aquella cátedra, y pídele su gracia para cumplir lo que se enseña.

   Punto II.- Levanta los ojos  y lee el título que tiene Cristo en la cruz: Jesús Nazareno, Rey de los judíos. Esta es la causa de su muerte, y por esto le condenan. Medita cada palabra. Jesús, significa Salvador, y porque lo fue del mundo y tuyo, es condenado a tan acerba y afrentosa muerte. ¡Oh dulcísimo bien mío! Y ¡Cuánto os costó mi salvación, cuánto hicisteis por mí, y cuán poco hago yo por Vos! Nazareno, que quiere decir florido, la flor del cielo y de la tierra está entre las espinas y porque floresísteis en tantas virtudes y maravillas sois coronado con ellas y condenado a tantos tormentos. Aprende a tener paciencia, si te hallares perseguido por hacer bien en el mundo, y servir a Dios con virtud; Rey, por ser rey de cielos y tierra, es condenado de los suyos. Considérale coronado en el cielo con diadema de inmortalidad y obedecido de todas las criaturas y adorado de todos sus cortesanos y luego baja los ojos a mirarle en la cruz. Coteja un trono con el otro, y una corona con la otra, y un cetro con el otro, y la obediencia de aquellos vasallos con la alevosía de estos, y la gloria que allí goza con las penas que aquí padece; y duélete de verle tan humillado y despreciado por tus pecados.

   Punto III.- Oye las blasfemias que le dicen los sacerdotes, y la gente del pueblo, que mofaba y escarnecía llamándole falso profeta, engañador y mentiroso; y diciéndole que se bajase de la cruz, si era Hijo de Dios, y maldiciéndole como a condenado; nosotros mereciéramos ser malditos por nuestros pecados, y Él quiso tomar sobre Sí nuestra maldición y darnos la bendición de Su Padre, y con ella la eterna herencia de Dios. Agradécele tan crecida merced y no ceses de alabarle y bendecirle desagraviando su honra, y recompensando de tu parte Su honor bendiciéndole al paso que le maldicen y ofenden los pecadores.

   Punto IV.- Mira a los verdugos que le crucificaron dividiendo sus vestiduras y echando suertes sobre la inconsútil, labrada por mano de la Reina de los Ángeles. Contempla lo que sentiría cuando viese que la llevaba un verdugo y homicida a vestírsela y traerla públicamente siendo un ladrón lleno de infinitas maldades. Este tormento le dan los que con hipocresía fingen virtud en lo exterior y en lo interior son malos y pecadores ofendiéndole a cada paso. Llega y rescata los vestidos del Salvador, cómpraselos a los verdugos aunque sea necesario venderte para pagarlos y llevárselos a la Santísima Virgen que los recibiría y estimaría como reliquias  preciosísimas de Su Santísimo Hijo, y darás algún alivio a sus dolores. ¡Oh Reina del cielo! Quién pudiera venderse para comprar esos vestidos y llevarlos a vuestras manos y consolaros, serviros y ayudar a mitigar las penas de vuestro Santísimo Hijo y vuestras. Alabada seas, que tanto padecisteis por nuestro bien.


JUEVES SANTO (TRAICIÓN DE JUDAS)



El Interior de Jesús y de María
  R.P. GROU

  Una de las penas que más sintió Jesucristo, debió ser sin duda la traición de Judas, por la que empezó su Pasión.

  Nunca será bastante considerada la caridad y dulzura que usó Jesucristo con aquel traidor, ya antes de cometer su crimen, ya en el  momento de cometerlo, ya después de cometido. Desde un principio, y aún antes de escoger a Judas para uno de sus apóstoles, sabía que sería traidoramente entregado por él, y aun así lo admitió en su compañía y en su íntima familiaridad y se aplicó a instruirlo y a formarlo en el ministerio evangélico, manifestándole bondad y hasta una particular confianza, encargando a su custodia el dinero que recibía para su subsistencia y para la de sus discípulos y de los pobres. Además de las señales exteriores de amistad que le daba, no puede dudarse que por medio de su gracia no obrase poderosamente en su corazón. En la última cena le lavó los pies como a los demás apóstoles, y hasta, según el común sentir de los santos padres, y mejor apoyado sobre el relato de los evangelistas, le dio su Cuerpo a comer, y su Sangre a beber.

  Jesús sentía más vivamente de lo que podía sentir otro hombre alguno la fealdad de la traición de Judas, mas no se mostró de ella sentido por sí propio, aunque en ello iba nada menos que su vida; solo fue sensible a la ofensa de su Padre, y a la pérdida de aquel infeliz, de quien declaró, que más le hubiera valido el no haber nacido. El Hijo del hombre,dijo, se marcha; mas ¡ay de aquel por quien fuere entregado el Hijo del hombre. Yo conociendo ya anticipadamente la suerte que voy a sufrir, la acepté; no tengo pues por mí el menor sentimiento, solo deploro la desdicha de aquel que me entregará.

  Cuando un alma se ha entregado totalmente a Dios, y Jesucristo quiere que tenga con Él una especial semejanza, debe prepararse a sufrir de parte de sus amigos, de sus confidentes, de sus hijos espirituales, infidelidades y traiciones. Mas Dios la predispone a ello muy de antemano por su gracia, y en la pena que por ello siente, le quita insensiblemente todo retorno a sí misma; de manera, que no considera estos malos procedimientos sino por el lado de Dios, y de las personas culpables de ellos. No tiene pues la menor dificultad en perdonarlos, en rogar por los mismos, en prestarles buenos oficios, y en darles señales de amistad. A este grado de perfección llega, cuando por una serie de pruebas y de sacrificios, han quedado extremadamente debilitados y casi extintos en ella el orgullo y el amor propio. Al mirar su semblante y su tranquilo continente se la creyera insensible; pero nada más distante de ella; la gracia no borra la sensibilidad, antes al contrario la torna  más delicada y perfecta; pero la desvía de nuestro propio interés, y no la aplica sino al interés de Dios y al del prójimo. ¿Para qué ser sensible a lo que, según los principios de la religión, no es un mal para nosotros? ¿Y cómo no serlo a lo que es una ofensa para Dios, y para el prójimo una terrible desgracia?

  Los que se aman a sí mismos son aún más sensibles en estas ocasiones, que los cristianos ordinarios, y no se necesita hacerles una traición como la de Judas para abrir en su corazón una llaga incurable.

  Los que aspiran a la perfección, los que por su carácter o por la profesión que han abrazado están obligados a dar ejemplo a los demás, y seguir de más cerca las huellas de Jesucristo, vigilen de continuo sobre su corazón para reprimir sus más ligeros movimientos de sensibilidad, estén en vela perenne contra la aspereza y el resentimiento; no les alimenten con sus reflexiones, sofoquen estos movimientos apenas nacidos, háganse superiores a esas pequeñas incidencias que tan a menudo sobrevienen, a fin de obtener la gracia de vencerse en las grandes, que son raras. ¿Cómo se perdonarán insultos, desprecios, agravios del prójimo, cuando tanto resentimiento se demuestra por una palabra que escapó, por una desatención? ¿Y de cuánta dulzura se necesitará para con los Judas, si ninguna se tiene con las personas a quienes no puede echarse en cara sino ligeras faltas de caridad?   

DOMINGO DE RAMOS: Misión Nuestra Señora de Guadalupe

La Resistencia Católica en Monterrey Nuevo León sigue en la lucha por la defensa de la fe, se celebró la Santa Misa en tres días consecutivos.
 A pesar del licenciamiento de tropas por parte de un cura chileno, de la falsa resistencia, que mandó a sus fieles a la nueva FSSPX, muchos fieles de esta ciudad aun siguen en pie. 

Este cura chileno, recomendado a nuestra feligresía, por próceres de la falsa resistencia "apostoló" en nuestra tierra mexicana en años pasados. ¿Los frutos? En cada ciudad que pisó se dividió la feligresía sin detallar la excomunión y persecución de sacerdotes y fieles.* También sin mencionar a detalle la manipulación mediática cibernética por medio de blogs subyugados a su causa.**

 Para dicho cura chileno y para algunos de la falsa resistencia ir a la nueva FSSPX da lo mismo, ir con los modernistas o no, es lo mismo, para él, se pueden recibir sacramentos de los modernistas al parecer sin escrúpulo;  para dicho cura no hay estado de necesidad, y para dicho cura la iglesia conciliar es la católica. Gracias a su "valioso trabajo" en conjunto con quienes lo apoyaron, dividieron la resistencia mexicana mediante tácticas añeja conocidas del enemigo. Dejó el país (gracias a Dios), pero dejó a la feligresía dividida y escandalizada.
Vigilad y orad porque los falsis fratribus están al acecho.

La misión de Santa María de Guadalupe sigue adelante bajo la dirección del R.P Rafael OSB.
Viva Cristo Rey






* Contáctenos si desea información detallada.



lunes, 19 de marzo de 2018

PROTECCIÓN DEL SEÑOR SAN JOSE (Las Glorias de San José)



                                                  

   Los doctores con sus consejos y los santos con sus ejemplos nos convidan a dirigirnos al Patriarca San José en todas las necesidades, en todas las aflicciones y en todas las desgracias, seguros de que seremos socorridos, consolados y favorecidos.

   Como dice San Bernardo, si Cristo Señor nuestro viviendo en la tierra prestó al Señor San José obediencia, sumisión y respeto como un hijo a su padre, ahora en el cielo no le niega estas cosas, sino que las cumple y perfecciona.

   San José está sentado en el cielo gozando de las inefables delicias que sus virtudes le alcanzaron, pero sí está seguro por sí, está como inquieto por nosotros, porque él no se desprendió de las entrañas de piedad dejando la carne mortal, ni se vistió de la estola de la inmortalidad para olvidarse de nuestra miseria y de su misericordia.

   El señor San José nos ama más ahora que antes y nos profesa una afición tan particular que la santa Iglesia, aprovechándose de ella, lo ha declarado protector de la Iglesia universal. Y el santo glorioso ¿qué es lo que hace? Continúa dispensando a sus protegidos toda especie de gracias y favores. Prueba de ello son los milagros y las gracias que oímos, vemos y leemos todos los días que se obran por su piadosa intercesión, de modo que nos sentimos movidos interiormente a exclamar ¿quién hay que habiendo acudido a San José en sus necesidades no hay sentido los saludables efectos de su poder? ¡Oh! Nadie.

   Por esto nos creemos autorizados para afirmar, que si el que está triste le pide consuelo, lo obtiene; si el atribulado le pide alivio, le alcanza, si el que está en peligro acude a él, le libra; si el enfermo le suplica la salud, se la otorga, si el justo le ruega le conceda la perseverancia en el bien y si el pecador le suplica, alcanza de él también la verdadera penitencia.

   En suma, San José favorece a todos sin distinción de edad, estado, ni condición, porque él es el protector de los niños, el abogado de los casados, el modelo  los sacerdotes, el amparo de las vírgenes y el consuelo de los enfermos.

Las Glorias de San José

R.P. José María Vilaseca

sábado, 17 de marzo de 2018

LA PODEROSA MEDALLA DE SAN BENITO

FUENTE

San Benito es uno de los grandes santos de la Iglesia y es considerado el padre de la vida monástica de Occidente. Este santo tuvo una gran devoción a la Santa Cruz, la cual es el signo cristiano por excelencia.
La medalla de San Benito es un sacramental muy utilizado por los católicos, que cuenta con exorcismos. ¿Qué es un sacramental? Es un signo sagrado instituido por la Iglesia que ayuda a obtener gracias a través de la súplica de la Iglesia.
La medalla de San Benito tiene una serie de letras en ambos lados, las cuales son iniciales de oraciones en latín utilizadas para ahuyentar al demonio, vencer las tentaciones y conseguirnos la protección especial de San Benito.
Al frente de la medalla aparece San Benito sosteniendo con su mano derecha una cruz y en la mano izquierda el libro de la Regla de San Benito, que rige el comportamiento de la vida monástica benedictina. La oración que rodea esta parte de la medalla es: Medalla-de-San-Benito-Significado-compressor
“Eius in obitu nostro praesentia muniamur”: “A la hora de nuestra muerte seamos protegidos por su presencia”. Esto trae la intercesión del santo para pedir una buena muerte y no caer en las asechanzas del demonio en tal hora.
Al fondo a la izquierda está una copa envenenada, de la cual, el santo hizo la señal de la cruz y salió una serpiente. Del lado derecho, aparece un cuervo, cuyo significado está en una vez que un enemigo de San Benito trató de envenenarlo con un pan, pero un cuervo se llevó dicho pan.
A los costados del santo aparecen las palabras: “Crux sanctis patris Benedicti” : Cruz del Santo Padre Benito.
El reverso de la medalla tiene una cruz con varias letrasCruz-de-San-Benito-significado-compressor
1. Entre los brazos de la cruz:
Crux Sancti Patris Benedicti (C.S.P.B.): “Cruz del Santo Padre Benito”.
2. Brazo vertical de la cruz:
Crux Sancta Sit Mihi Lux (C.S.S.M.L.): “La santa Cruz sea mi luz”
3. Brazo horizontal de la cruz:
Non Draco Sit Mihi Dux (N.D.S.M.D.): “No sea el dragón mi guia”
4. Semicírculo que rodea la cruz del lado derecho:
Vade Retro Satana!Non Suade Mihi Vana! (V.R.S.N.S.M.V.): “¡Retrocede, Satanás! Malo es lo que me ofreces”
5. Semicírculo que roda la cruz del lado izquierdo:
Sunt Mala Quae LibasIpse Venena bibas (S.M.Q.L.I.V.B.): “Es malo lo que me ofreces. Bébe tú el veneno”.
6. Parte superior central:
PAX: “Paz”.
Las oraciones de la medalla son de protección y exorcismo, cuyos efectos han sido documentos por numerosos testimonios a lo largo de la historia. Uno conocido es en el siglo XVII en el juicio de unas brujas, quienes declararon no haber podido dañar un monasterio de benedictinos debido a la Cruz que tenían ahí.

miércoles, 7 de marzo de 2018

VIDA DE SAN BENITO POR SAN GREGORIO MAGNO (2a PARTE)




CAPÍTULO III 

EL JARRO ROTO POR LA SEÑAL DE LA CRUZ 

GREGORIO.- Alejada ya la tentación, el hombre de Dios, cual tierra libre de espinas y abrojos, empezó a dar copiosos frutos en la mies de las virtudes, y la fama de su eminente santidad hizo célebre su nombre. 

No lejos de allí, había un monasterio cuyo abad había fallecido, y todos los monjes de su comunidad fueron adonde estaba el venerable Benito y con grandes instancias le suplicaron que fuera su prelado. Durante mucho tiempo no quiso aceptar la propuesta, pronosticándoles que no podía ajustarse su estilo de vida al de ellos, pero al fin, vencido por sus reiteradas súplicas, dio su consentimiento. Instauró en aquel monasterio la  observancia regular, y no permitió a nadie desviarse como antes, por actos ilícitos, ni a derecha ni a izquierda del camino de la perfección. 

Entonces, los monjes que había recibido bajo su dirección, empezaron  a acusarse a sí mismos de haberle pedido que les gobernase, pues su vida tortuosa contrastaba con la rectitud de vida del santo.Viendo que bajo su gobierno no les sería permitido nada ilícito, se lamentaban de tener que, por una parte renunciar a su forma de vida, y por otra, haber de aceptar normas nuevas con su espíritu envejecido. Y como la vida de los buenos es siempre inaguantable para los malos, empezaron a tratar de cómo le darían muerte. 

Después de tomar esta decisión, echaron veneno en su vino. Según la costumbre del monasterio, fue presentado al abad, que estaba en la mesa, el jarro de cristal que contenía aquella bebida envenenada, para que lo bendijera; Benito levantó la mano y trazó la señal de la cruz. Y en el mismo instante, el jarro que estaba algo distante de él, se quebró y quedó roto en tantos pedazos, que más parecía que aquel jarro que contenía la muerte, en vez de recibir la señal de la cruz hubiera recibido una pedrada. En seguida comprendió el hombre de Dios que aquel vaso contenía una bebida de muerte, puesto que no había podido soportar la señal de la vida. Al momento se levantó de la mesa, reunió a los monjes y con rostro sereno y ánimo tranquilo les dijo: "Que Dios todopoderoso se apiade de vosotros, hermanos. ¿Por qué quisisteis hacer esto conmigo? ¿Acaso no os lo dije desde el principio que mi estilo de vida era incompatible con el vuestro? 

Id a buscar un abad de acuerdo con vuestra forma de vivir, porque en adelante no podréis contar conmigo". Entonces regresó a su amada soledad y allí vivió consigo mismo, bajo la mirada del celestial Espectador. 

PEDRO.- No acabo de entender qué quiere decir eso de que "vivió consigo mismo". 

GREGORIO.- Si el santo varón hubiese querido tener por más tiempo sujetos contra su voluntad a aquellos que unánimemente atentaban contra él, y que tan lejos estaban de vivir según su estilo, quizás el trabajo hubiera excedido a sus fuerzas y perdido la paz, y hasta es posible que hubiera desviado los ojos de su alma 
de los rayos luminosos de la contemplación. Pues fatigado por el cuidado diario de la corrección de ellos,  hubiera negligido su interior. 

Y acaso olvidándose de sí mismo, tampoco hubiera sido de provecho a los demás. Pues, sabido es, que cada vez que por el peso de una desmesurada preocupación salimos de nosotros mismos, aunque no dejemos de ser lo que somos, no estamos en nosotros mismos, ya que divagando en otras cosas no nos percatamos de lo nuestro. ¿Acaso diremos que vivía consigo mismo aquel que marchando a una región lejana, derrochó la hacienda que había recibido y tuvo que ajustarse con un hombre de aquel país, que le envió a apacentar puercos, a los cuales veía hartarse de bellotas mientras él pasaba hambre? Y sin embargo, cuando empezó a reflexionar sobre los bienes que había perdido, la Escritura dice de él: Volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre andan sobrados de pan! (Lc 15,17). Si, pues, estuvo consigo, ¿cómo volvió en sí? Por eso dije, que este venerable varón habitó consigo mismo, porque teniendo continuamente los ojos puestos en la guarda de sí mismo, viéndose siempre ante la mirada del Creador, y examinándose continuamente, no salió fuera de sí mismo, echando miradas al exterior. 

PEDRO.- Entonces, ¿cómo se explica lo que está escrito del apóstol Pedro, cuando fue sacado de la cárcel por el ángel: Volviendo en sí, dijo: Ahora conozco verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel y me ha librado de las manos de Herodes y de la expectación de todo el pueblo judío? (Hch 12,11). 

GREGORIO.- De dos maneras, Pedro, se dice que salimos de nosotros mismos. Cuando caemos por debajo de nosotros mismos, por un pecado de pensamiento, o cuando somos elevados por encima de nosotros mismos, por la gracia de la contemplación. Aquel que apacentó a los puercos cayó por debajo de sí, a causa de la divagación de su mente y de la inmundicia de su alma. Por el contrario, este otro a quien el ángel liberó  y arrebató su espíritu en éxtasis salió ciertamente fuera de sí, pero por encima de sí mismo. Ambos volvieron en sí, el uno cuando abandonó su vida errada y se recogió en su corazón; el otro cuando al bajar de la contemplación retornó a su estado de conciencia habitual. Así, pues, el venerable Benito habitó consigo mismo en aquella soledad, en el sentido de que se mantuvo dentro de los limites de su pensamiento. Pero cada vez que le arrebató a lo alto el fuego de la contemplación, entonces fue elevado por encima de sí 
mismo. 

PEDRO.- Esto queda claro. Pero dime, te ruego: ¿Podía abandonar a aquellos monjes después de haber 
aceptado encargarse de ellos? 

GREGORIO.- Entiendo, Pedro, que se ha de tolerar con entereza a un grupo de malos, si en él hay algunos buenos a quienes se pueda ayudar. Pero donde falta en absoluto el fruto, porque no hay buenos, es inútil afanarse por los malos, sobre todo si se presenta la ocasión de hacer otras obras que puedan reportar mayor gloria a Dios. Según esto, ¿para qué iba a permanecer allí por más tiempo el santo varón, si veía que todos a una le perseguían? 

Además, sucede con frecuencia en las almas perfectas -cosa que no debemos olvidar- que cuando se dan cuenta de que su trabajo produce poco fruto, se marchan a otra parte donde puedan hacer más fruto. Por eso, aquel esclarecido predicador, que deseaba ser liberado de su cuerpo mortal y estar con Cristo, para el cual su vivir era Cristo y una ganancia el morir (FI 1,21), y que no sólo anhelaba las persecuciones, sino que animaba a otros a soportarlas, al sufrir violenta persecución en Damasco, procuróse una cuerda y una espuerta para huir e hizo que le bajasen ocultamente por la muralla. 

¿Diremos acaso por eso, que Pablo tuvo miedo a la muerte, cuando él mismo asegura que la deseaba por amor a Jesús? No por cierto. Sino que viendo que en aquel lugar había de trabajar mucho y sacar poco fruto, reservóse para otras partes donde pudiese trabajar con más fruto. El aguerrido luchador de Dios no quiso permanecer seguro dentro de los muros, sino que fue en busca del campo de batalla. Por la misma razón, si me escuchas atentamente, en seguida verás cómo el venerable Benito al escapar de allí con vida, no abandonó a tantos hombres rebeldes, como almas resucitó de la muerte espiritual en otras partes. 

PEDRO.- Que es como dices lo declara esa razón manifiesta y el ejemplo que has aducido. Pero te ruego vuelvas a tomar el hilo de la narración de la vida de este gran abad. 

GREGORIO.- Como el santo varón crecía en virtudes y milagros en aquella soledad, fueron muchos los que se reunieron en aquel lugar para servir a Dios todopoderoso, de suerte que con la ayuda de Nuestro Señor Jesucristo, que todo lo puede, erigió allí doce monasterios, a cada uno de los cuales asignó doce monjes con su abad. Pero retuvo en su compañía a algunos, que creyó serían mejor formados si permanecían a su lado. 

También por entonces comenzaron a visitarle algunas personas nobles y piadosas de la ciudad de Roma, que le confiaron a sus hijos para que los educara en el temor de Dios todopoderoso. Por este tiempo Euticio y el patricio Tértulo le encomendaron a sus hijos Mauro y Plácido, los dos, niños de buenas esperanzas. El joven Mauro, dotado de buenas costumbres, empezó a ayudar al maestro. Plácido en cambio, era todavía un niño.

CAPÍTULO IV 

DEL MONJE DISTRAÍDO VUELTO AL BUEN CAMINO 

En uno de aquellos monasterios fundados por él, había un monje que no podía permanecer en oración, sino que no bien los monjes se disponían a orar, él salía fuera del oratorio y se entretenía en cosas terrenas y fútiles. Después de haber sido amonestado repetidamente por su abad, finalmente fue enviado al hombre de Dios, quien a su vez le reprendió ásperamente por su necedad. Vuelto al monasterio, apenas hizo caso un par de días de la corrección del hombre de Dios, pero al tercer día volvió a su antigua conducta y comenzó de nuevo a divagar durante el tiempo de la oración. Habiéndolo comunicado al hombre de Dios, el abad que él mismo había puesto en el monasterio, dijo: "Iré y le corregiré personalmente". Fue el hombre de Dios al monasterio, y cuando a la hora señalada, concluida ya la salmodia, los monjes se ocuparon en la oración, vio cómo un chiquillo negro arrastraba hacia fuera por el borde del vestido a aquel monje que no podía estar en oración. Entonces dijo secretamente a Pompeyano, el abad del monasterio, y al monje Mauro: "¿No veis quién es el que arrastra fuera a este monje?". "No", le respondieron. "Oremos, pues, para que también 
vosotros podáis ver a quién sigue este monje". 

Después de haber orado dos días, Mauro lo vio, pero Pompeyano, el abad del monasterio, no pudo verlo. Al tercer día, concluida la oración, al salir del oratorio el hombre de Dios encontró a aquel monje fuera. Y para curar la ceguera de su corazón le golpeó con su bastón, y desde aquel día no volvió a sufrir más engaño alguno de aquel chiquillo negro y perseveró constante en la oración. Así, el antiguo enemigo, como si él mismo hubiera recibido el golpe, no se atrevió en adelante a esclavizar la imaginación de aquel monje. 

CAPÍTULO V 

DEL AGUA QUE HIZO BROTAR DE UNA ROCA EN LA CIMA DE UN MONTE 

Tres de los monasterios, que en aquel mismo sitio había construido, estaban situados sobre las rocas de la montaña, y era muy pesado para los monjes tener que bajar cada día al lago a por agua, sobre todo porque como el camino era peligroso y muy pendiente, cada vez que se bajaba por él se corría verdadero peligro. 
Reuniéronse los monjes de estos tres monasterios y fueron a ver al siervo de Dios Benito y le dijeron: 

"Mucho trabajo nos cuesta bajar diariamente al lago a por agua. Mejor será trasladar los monasterios a otro lugar". Benito les consoló con buenas palabras y los despidió. Aquella misma noche, en compañía del niño Plácido -de quien anteriormente hice mención- subió a la montaña y oró allí un buen rato. Acabada su 
oración, puso tres piedras en aquel lugar como señal, y sin decir nada a nadie regresó al monasterio. Al día siguiente, acudieron de nuevo aquellos monjes por causa del agua. Benito les dijo: "Id y cavad un poco en la roca donde encontréis tres piedras superpuestas. Porque poderoso es Dios para hacer brotar agua aun de la cima de la montaña, y así ahorraros la fatiga de tan largo camino". Fueron, pues, allí y encontraron ya goteando la roca que les había indicado Benito. Hicieron un hoyo en ella y al punto se llenó de agua, y tan copiosamente brotó, que aún hoy día sigue manando caudalosamente y baja desde la cima hasta el pie de 
aquella montaña. 

Continuará


sábado, 3 de marzo de 2018

¿EN QUE CONSISTE SER OBLATO BENEDICTINO?


     
                                                                          PAX
                           ¿Quién es un Oblato Benedictino?

La Orden de San Benito es una de las pocas, en la Iglesia Católica, que tiene Oblatos, la mayoría de las órdenes religiosas tienen la llamada Tercera Orden.

La diferencia está en que San Benito no tiene rangos o niveles, un sacerdote benedictino, un monje y un Oblato poseerán los mismos privilegios que serán: pertenecer a una Familia de  innumerables Santos, quienes nos ayudarán en nuestro peregrinar por la tierra y nos compartirán de sus méritos.
   
El Oblato es un laico que quiere ligarse espiritualmente  a la Familia Benedictina.
Todas sus relaciones y trabajos se inspirarán en el lema de San Benito:“Que en todas las cosas sea Dios glorificado”.
  
Recibirá un pequeño hábito religioso llamado escapulario.
  
Asumirá pocas pero santas obligaciones a cambio de compartir muchos privilegios espirituales de la multitud de sus hermanos benedictinos.
  
Las obligaciones como Oblato  no atan bajo ninguna pena de pecado, pero entrañan  una obligación moral.

Después de un año como Oblato Novicio se puede ser un miembro permanente de la familia monástica.

 Las obligaciones de los Oblatos no son difíciles, son las siguientes:
  1.- Leer todos los días algo de la Regla de San Benito y tratar de adaptarla a su propia vida de acuerdo a su generosidad y a sus posibilidades.

  2.- Amar, conocer y propagar a San Benito y su medalla.

  3.- Tener amor al Santísimo Sacramento y meditar en Él al menos una hora en un mes.

  4.- Ser católico practicante y tener buena reputación.

  El Oblato reza por los demás miembros de su Familia Benedictina y se asocia  espiritualmente a todos ellos, especialmente cuando los monjes recen el Oficio Divino.  (El Oficio Divino es el canto eterno de amor de Dios Hijo a Dios Padre en el Espíritu Santo y que es rezado por los monjes 8 veces al día. Los monjes rezan aquí en la tierra ese canto de amor de Jesucristo a su Padre.Esto es lo que rezaba Jesucristo en la tierra cuando rezaba los Salmos, y es lo que continúa haciendo Él mismo a través de sus monjes).

El Oblato, al ser parte de la comunidad Benedictina, mejorará en su vida espiritual pues no estará solo jamás y sabrá que sus oraciones contribuyen al bien de muchos.

Los  monjes rezan por los oblatos como por sus hermanos ausentes.
  
Por su parte, la oración es la más preciosa ayuda que los oblatos prestan a su monasterio. Participan de sus alegrías y penas y ofrecen su ayuda según las circunstancias.
  
El Oblato tomará conciencia de que sus tareas cotidianas en la familia, en el trabajo,  en la Iglesia y en todo servicio a favor del prójimo son un culto rendido a Dios. Tratará no tanto de hacer cosas extraordinarias sino de hacer bien y con amor las cosas ordinarias.

QUE EN TODAS LAS COSAS SEA DIOS GLORIFICADO