lunes, 5 de junio de 2017

RUEGA POR NOS, SANTA MADRE DE DIOS





  Petición: Santa Madre de Dios, ruega por nosotros.
Por qué cosas te pedimos ruegues:
  Virgen de las vírgenes, azucena celestial, lirio inmaculado, fuente de pureza, inspiradora de la vocación a la castidad, alumbra los ojos de tus devotos para que entiendan cuán grande es la distancia que hay entre la excelencia de ser madre y la excelencia de ser Virgen. No hay en el jardín de la Iglesia flor más hermosa que la de la virginidad, recreo y admiración de los ángeles.
  Ruega por nos para que no manchemos nuestras almas con las suciedades de la carne.
  Ruega por nos para que huyamos de los espectáculos y diversiones, que, si no enlodan las almas con la culpa grave, las hacen bordear graves peligros y las empañan con el vaho de la sensualidad.
  Ruega por nos para que los padres y madres no se cieguen creyendo que, a pesar de la libertad de sus hijos e hijas, saben ellas y ellos conservar su inocencia y su pureza, cuando tantas veces ocurre que no son ángeles sino sólo en la apariencia de los rostros y las palabras.
  Ruega por nos para que los padres y las madres de nuestros niños no los abandonen en manos de servidores sin conciencia, que les hacen perder la pureza antes de conocerla.
 Títulos que tenemos para que ruegues por  nosotros:
  Muchos títulos tenemos para pedirte que ruegues por nosotros: que eres Refugio de pecadores, que eres Auxilio de los cristianos, que eres Virgen poderosa; pero el mejor es que eres santa, y Madre santa, y Virgen y Madre santa, y santa Madre de Dios.
  Y por eso mismo, Madre de misericordia y Madre omnipotente; que si ruegas por nosotros, alcanzarás cuanto quieras.
  Por qué cosas NO te pedimos que ruegues:
  Santa Madre de Dios, no ruegues por nosotros para que nos dé riquezas, sino lo necesario para la vida que Él ganó con el trabajo de sus manos.
  No ruegues por nosotros para que gocemos de esta vida, porque tu Hijo amenazó diciendo: “¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque día vendrá en que os lamentaréis y lloraréis!”.
  No ruegues por nosotros para que los hombres nos honren y nos aplaudan, porque todo eso es vanidad, y no hay otra dicha en esta vida sino temer y amar a Dios.
  No ruegues para que vivamos muchos años, que, aunque la muerte es dolorosa y repugnante a la naturaleza, y natural y humano el deseo de vivir, y lícito pedir la salud y desear  no venga la muerte ni para nosotros ni para los nuestros; pero queremos que nuestra voluntad se conforme con la de Dios, que nos ama y sabe lo que nos conviene y tiene contados los días y momentos de nuestra existencia.
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo:
  Ruega por nosotros para que alcancemos esas promesas.
  La promesa que cantaron los ángeles en las alturas: “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.
  La promesa hecha a los pobres de espíritu, que no tienen el corazón apegado a las riquezas: “Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos”.
  La promesa hecha a los que lloran sus culpas y las culpas ajenas: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”.
  Las promesas hechas a los mansos, a los pacíficos, a los limpios de corazón, a los que padecen persecución por la justicia, a los que guardan los mandamientos; que son todas una promesa: la vida eterna.
  Ruega por nosotros para que nos hagamos dignos de las promesas de Cristo luchando valerosamente contra nuestras pasiones, luchando generosamente por la extensión del reino de tu Hijo.
  Ruega por nosotros para que antes de perder esas promesas por el pecado, Dios nos envíe la muerte, que no lo será, sino tránsito y dulce sueño y logro de sus promesas.
  ¡Oh dulce Madre, cuándo será que libres de las miserias y los peligros de esta vida, tengamos la inmensa dicha de ser llevados por nuestros ángeles de la guarda hasta tu trono de gloria, y allí, postrados a tus pies, besar tus divinas y maternales manos y recibir de ellas la corona que ha de ceñir nuestra frente por los siglos de los siglos! Amén.

Ignacianas