viernes, 25 de noviembre de 2016

Errores del Concilio Vaticano II (Última parte)



 Errores sobre la interpretación del significado del mundo contemporáneo.-  El comunismo y sus aliados de la izquierda (de todos los matices) han desatado una ofensiva en todos los frentes, haciendo estragos en las universidades, en las escuelas, en toda la cultura, inoculando, junto al hedonismo (afán de placeres) propugnado por la sociedad de consumo y las subculturas emergentes (ejemplo la droga y la hippy) el espíritu revolucionario, los vastos movimientos estudiantiles del 1966-1968 y otros, menos de tres años después de la clausura del concilio; para “crear un hombre nuevo”, “liberado” de todos sus defectos, de todas las contradicciones, recurriendo al existencialismo y al psicoanálisis para llega al marxismo y “solucionar” el problema del Hombre ¡Este era su humanismo!

  También comenzó la llamada emancipación de la mujer, la “liberación sexual”; la “impugnación” organizada y sistemática del principio de autoridad en todas sus formas. La tempestad estaba madurando cuando empezó el Vaticano II; pero el concilio no tuvo la menor intuición de ella. Para proteger a la juventud de las seducciones del siglo, el concilio habría debido condenar ante todo las doctrinas falsas dominantes. El concilio contribuyó a las turbaciones revolucionarias que se manifestaron en breve… ya había contribuido antes a ellas al derribar el bastión representado por la doctrina perenne de la Iglesia y la pastoral sana (….)

  El concilio se deshizo en elogios al desarrollo, al progreso, a las “conquistas de la humanidad” y al respeto de los “derechos humanos” (que para los conciliares de Roma) son los valores y leyes de la vida social concebidos de algún modo en antítesis a la realeza de Cristo.

  Los conciliares propugnan por la “dignidad humana, la unión fraterna y la libertad” … que integran el famoso trilema de la Revolución Francesa, y constituyen, por ende, los “derechos humanos”, de la filosofía masónico-iluminista.

  La libertad, la igualdad y la fraternidad laicistas son una distorsión de sus homónimas cristianas, porque provienen de una visión del mundo basada sólo en el hombre, concebido como hombre ensalzado y soberbio.

La libertad del cristiano es interior y viene de la fe en Cristo, nada tiene que ver con la libertad como autodeterminación absoluta del individuo en todas sus elecciones, en ausencia de toda ley, de toda constricción. Este es el fundamento de los “derechos humanos”. Esta libertad es a la que se refiere el concilio de continuo.Que todos seamos hermanos (la fraternidad universal) Es cierto que todos procedemos de nuestro Creador, Dios Padre; por lo que dicha fraternidad presupone la fe en la Santísima Trinidad y se alimenta de amor al prójimo (por amor a Dios) no por su presunta “dignidad humana”; pues todos nacemos manchados por el pecado y somos pecadores. De ahí que la fraternidad cristiana nada tenga que ver con la fraternidad de tipo político basada en la ideología igualitaria.La igualdad entendida por los cristianos, es que todos somos pecadores frente a Dios… y somos “coherederos” en potencia al reino.

Por tanto, el concilio, habría debido condenar los “valores” mundanos; y contraponerles la concepción auténticamente cristiana.

  Los llamados “derechos humanos” no son lo mismo que los “derechos naturales” admitidos por la Santa Iglesia. El género humano se gobierna por dos leyes: el derecho natural y la costumbre.

  Derecho natural es el que se contiene en las Escrituras Sagradas y en el Evangelio “Haz el bien y evita el mal”; cada uno de los derechos deben tener siempre por objeto “lo que es justo”.

  En cambio, los denominados “derechos humanos”, son todo aquello que el sujeto desea: el derecho a su felicidad, su voluntad de poder y el instinto de engaño, para su propio beneficio (según eso, porque) la dignidad humana es “altísima y sublime” porque “deriva de Cristo en virtud de la Encarnación en beneficio de todos”.

  … el Concilio asegura que se debe aspirar a construir “el hombre universal”; que los fieles seglares deben cooperar “al progreso universal en la libertad humana y cristiana”…; y que la misión es “la colaboración en l diálogo con el mundo y que los valores cristianos “deben adaptarse a los valores humanos”: para unirse a los hombres por encima de las religiones, tal y como lo quiere la religión de la Humanidad (¡!) excluyendo todo lo sobrenatural, la vida de la gracia. El Concilio propugna por el “hombre universal”, o “persona humana integral” (Preguntamos:) ¿Dónde queda la caridad? ¿Dónde la humildad? ¿La obediencia? ¿el espíritu de sacrificio? ¿El deseo de complacer a Dios en todo?

  La mala pastoral en la reforma de la Liturgia sagrada.- Los conciliares pretenden que se de preferencia a  la celebración comunitaria de los ritos… con asistencia y participación activa de fieles (y no) celebración individual y “casi privada” (según deseaba Lutero, quien fue hostil contra las “misas privadas”).
  El Concilio Vaticano II invita a realizar experimentos rituales; empleo de lenguas vulgares; adaptar a la mentalidad moderna; incrementar los casos en que se conceda la comunión bajo dos especies; aumentar las “concelebraciones”; procurar celebrar la santa pascua el mismo domingo en que celebran los “ortodoxos” cismáticos, “para fomentar la unidad” con ellos.

  La mala pastoral en el estudio y enseñanza de la doctrina.- El Concilio ordena que “los cristianos tengan amplio acceso a la Sagrada Escritura”; se exhorta a traducir los textos “con la colaboración de los hermanos separados”; promover “reuniones mixtas destinadas a estudiar sobre todo cuestiones teológicas… de igual a igual”. “… exhortación a servirse de las ciencias profanas en la pastoral, de la historia, filosofía, psicología y sociología… y aprovechar sus “nuevos hallazgos” (¿Cuáles?) Dicen, que para “alcanzar una fe más pura y más madura” (¿de verás?)

  La mala pastoral en la formación de los religiosos, seminaristas, sacerdotes, y en el ministerio episcopal.- “ (…) hay que revisar adecuadamente las constituciones, directorios, libros de costumbres, de preces, de ceremonias y adaptarlos a los documentos de este sagrado concilio suprimiendo todo lo anticuado” (¡!¿?)

  … establézcanse unas normas peculiares de formación sacerdotal, que han de ser promulgadas por las conferencias episcopales, y revisadas en tiempos determinados, y aprobados por la Sede Apostólica; en virtud de dichas normas se acomodarán las leyes universales a las circunstancias especiales de lugar y tiempo...” (Es decir): la Santa Sede se ve forzada a respetar cuanto aprueben los Obispos, según los lugares y el tiempo…

  (Para) las vocaciones religiosas y sacerdotales deben servirse de las ciencias psicológicas y sociológicas; no obstante que la Psicología moderna no cree en la existencia del alma, ni de la conciencia. En cuanto a la Sociología, ésta no profundiza nada.
  Respecto de las disciplinas filosóficas, el Concilio exige que se enseñen, teniendo en cuenta las investigaciones filosóficas de los “tiempos modernos”,  a fin de que los alumnos se preparen para “dialogar” con los hombres de su tiempo. (No dice “para convertirlos”, sólo dialogar). El Concilio enfatiza que “los sacerdotes deben conocer bien, además de los documentos del Magisterio, las obras de los “escritores de la teología mejores y probados”, y también la “cultura humana” y “las ciencias sagradas” puesto que “en nuestros tiempos” ambas “avanzan con un ritmo nuevo”, (¿la neoteología?).

  La mala pastoral en la formación de los misioneros y en las directrices que les imparten.- “Los misioneros susciten comunidades de fieles tales, que ejerciten las funciones que Dios les ha confiado: sacerdotal, profética y real (…) Cultívese el espíritu ecuménico entre los neófitos…, al clero indígena…

  La mala pastoral en las directrices para seglares.- (Empleando un lenguaje ambigüo) Exponen los conciliares: a “las asociaciones apostólicas seglares” ha de impartirse “una formación y una experiencia acomodadas y apropiadas” para el “uso recto” de los instrumentos de comunicación social (…) Debe  contribuir “al progreso universal en la libertad cristiana y humana”… “uno de los principales deberes del hombre contemporáneo”, ser “creadores de una nueva humanidad” “superar la ética individualista”, alcanzar “las victorias de la humanidad”. Hablan de la “actividad humana”; pero no mencionan a Dios. “Los laicos” deben actuar como “ciudadanos del mundo”… “vivan  fieles en muy estrecha unión con los demás hombres de su tiempo”. (En resumen: es una pastoral contraria a la de San Pablo (non altera sapientes: Rom 12, 16)

  La colaboración de los fieles católicos con los llamados “hermanos separados” la exige “el común patrimonio evangélico” y el deber común del testimonio cristiano” (con herejes y cismáticos); “acrecentar los valores verdaderamente humanos, el arte de la convivencia fraterna, de la cooperación y del diálogo”.

La puesta al día pastoral en punto a educación.- “Todos los hombres, … en cuanto partícipes de la dignidad de la persona, tienen derecho inalienable a una educación que responda al propio fin, … relaciones fraternas con otros pueblos a fin de fomentar en la tierra la verdadera unidad y la paz”.

  … ideal educativo… utópico y contradictorio; … positiva y prudente educación sexual…; se aplaude el pluralismo y la libertad religiosa (tipo conciliar) (Que equivale a difundir el indiferentismo religioso y moral).

  CONCLUSIÓN.- El Vaticano II no condenó ningún error, ni definió ninguna “verdad” de fe “divina y católica”, ningún dogma de fe. No quiso hacerlo y se declaró concilio pastoral tan solo, con lo que degradó su magisterio extraordinario a un magisterio indefinible … (enseñando errores).

  Por tanto, la negación de las doctrinas ambiguas propaladas por el Vaticano II, es lícita y legítima; y una exigencia del deber de defender el depósito de la fe según la capacidad de cada cual. Todos somos en efecto, milites Christi, y hemos de combatir por la fe.

  La “puesta al día”, querida por Juan XXIII e impuesta por el Concilio, introdujo novedades incompatibles con lo que enseñó siempre la Iglesia y, por ende, inconciliables con el depósito de la fe.

  “Se fiel hasta la muerte y te daré la corona de vida”, dijo el Señor resucitado (Apoc 2,10)
  Nosotros no nos avergonzamos de afirmar la verdad, esto es, que la aceptación del Vaticano II nos alejaría de la Tradición y, por ende, de la doctrina recta, con grave peligro para la salvación de nuestra alma.

  A la jerarquía actual no le corre otro deber que el de restablecer la auténtica doctrina católica. Para hacerlo deberá invalidar el concilio un día, o bien corregirlo.

  Nos permitimos recordar a la jerarquía y a sus jefes actuales que, en las visiones comunicadas a los videntes de Fátima, Dios todopoderoso, se dignó mostrarnos, en su infinita misericordia, el castigo terrenal que su justicia infligirá un día a toda la Iglesia militante, a todos nosotros,  causa de las graves, horrendas y repetidas ofensas e infidelidades perpetradas, en primer lugar, por aquellos a quienes incumbe la obligación de “conservar la doctrina de la fe, (…) Dios renovará a la Iglesia con el testimonio de la sangre”. (Heb 12,4)