En el discurso de inauguración del Concilio pronunciado por Juan XIII,
declaró que tal sería un concilio no
dogmático, sino pastoral; es
decir, “no definir dogmas, ni condenar errores”. (20 Octubre 1962).
Primer error: Una concepción
mutilada del Magisterio.
En la segunda sesión del concilio, el 29 de septiembre de 1963, Pablo VI
dijo:
“La Iglesia, frecuentemente condenó los errores –falsas opiniones de los
hombres- En nuestro tiempo, sin embargo, ahora la Esposa de Cristo prefiere usar la misericordia más que la
severidad. Piensa que hay que remediar a los necesitados mostrándoles la
validez de su doctrina sagrada más que condenándolos”.
El hecho de sostener que esta condena no debe tener ya lugar significa
propugnar, por un lado, una concepción mutilada del magisterio de la Iglesia;
por el otro, sustituir el diálogo con el que yerra, que la Iglesia siempre ha
procurado, por el diálogo con el error. Todo ello configura un error doctrinal.
Aquí es donde radica propiamente el error que se esconde en la frase de
Juan XXIII: una forma de pelagianismo, (herejía), característico de toda
concepción racionalista de la fe, condenada multitud de veces por el magisterio
de la Iglesia.
Anteriormente, toda concepción del mundo que no fuese cristiana, era
fulminada por la Iglesia porque Nuestro Señor dice: “quien no recoge conmigo,
desparrama”.
Hasta los enemigos de la Iglesia, admiraban su férrea armazón conceptual:
“El sello intelectual de la Iglesia es, en esencia, el rigor inflexible con que
se tratan los conceptos y los juicios de valor como consolidados, como
eternos”. Nietzche
Segundo error: La contaminación de la
doctrina católica con el “pensamiento moderno”, intrínsecamente
anticatólico.
El 13 de Enero de 1963, Juan
XXIII, en el discurso del día de su cumpleaños, (insiste en) la renuncia
pregonada a herir el error; (y reitera)
el principio liberal y de los modernistas, de revestir la doctrina antigua con
una forma sacada del “pensamiento moderno”, expresamente condenado por San Pío
X y por Pío XII.
Juan XXIII se reveló como discípulo de la “Nouvelle Theologie”
neomodernista, condenada antaño por el magisterio.
Tercer error: Afirmar que el fin de la Iglesia es la “unidad del
género humano”.
El error consiste aquí en mezclar la visión católica con una idea
ajena a ella tomada del pensamiento laicista, que no aspira a extender el
reino de Dios, sino que anhela suplantar
a la propia Iglesia por la Humanidad (proclamando) la “dignidad del hombre”
(sólo) por ser hombre y sus presuntos “derechos”.
El mensaje al mundo transmitido en la inauguración del concilio
(consiste en) “fomentar los bienes humanos, tales como los inventos de las
ciencias, los adelantos de la técnica y una más dilatada difusión de la
cultura”… en lugar de anhelar el aumento de bienes eternos, fundados en valores
perennes, enseñados por la Iglesia a lo largo de los siglos.
El mensaje del concilio (insiste): invitamos a todos los hombres de
buena voluntad a que colaboren con nosotros para “instaurar en el mundo una
sociedad humana más recta y más fraterna”…
-En lugar de instaurar el Reino de Cristo en todas las cosas-
continuará
continuará