miércoles, 20 de abril de 2016

AMOR DE SAN JOSÉ A LAS ALMAS ATRIBULADAS



  La vida de San José fue una vida la más trabajosa y angustiada, y podemos decir que fue dado a los hombres como ejemplar de paciencia y resignación, y para alcanzarles además con su amor la cesación de sus penas o un aumento de gracia que les asegure la victoria. La vida de San José fue una vida de padecimientos, un tejido de penas y un torrente de angustias que rodeándolo por todas partes le hizo merecer la gracia de ser especial protector de las almas atribuladas. Cuántas contradicciones las suyas, cuántos desprecios por parte de los hombres, cuántos trabajos conduciendo a María, cuántas marchas y contramarchas para conservar la vida de Jesús, cuántas inquietudes para proporcionar a la Sagrada Familia el necesario sustento, cuántas veces le pareciera ver a todos los males levantados contra él. Sí, la vida de San José fue una vida de padecimientos, así como es ahora nuestro modelo y protector.

  San José como nuestro modelo sufrió sin quejarse, sin murmurar y, poniendo la mano en su corazón, hacía los actos más heroicos de paciencia, manifestaba su alma completamente resignada, continuaba su vida de sacrificio, bendecía a la Providencia por esas muestras de amor y no se habría tenido por tan dichoso si le hubiese faltado algún sacrificio.  San José, así, modelo de los atribulados, es también su protector. En efecto, él emplea en favor de cuantos le invocan las gracias que están a su disposición, y de hecho les alcanza la gracia de que cesen los trabajos, o les da el valor de sobrellevarlos con el debido mérito. ¿Cuántos al postrarse a los pies de sus altares han encontrado un bálsamo divino que sane todas sus heridas? ¿Cuántos después de una oración fervorosa por algunos días han encontrado el término dichoso de sus angustias? Siempre será cierto que San José es el protector de las almas atribuladas y que las asiste con muy singular amor.

Las Glorias de San José
R.P. José María Vilaseca