lunes, 1 de febrero de 2016

PURIFICACIÓN DE NUESTRA SEÑORA



   Por el Padre Rodríguez Villar
   Libro Meditaciones sobre la Santísima Virgen María

      Es  este paso de la vida de la Santísima Virgen, uno de los más hermosos, donde resplandece, de modo admirabilísimo, la heroicidad de sus virtudes.

   1° El recogimiento.- Así mandaba la ley que las madres estuvieran recogidas durante cuarenta días en sus casas antes de su purificación legal. ¡Con qué gusto cumpliría la Santísima Virgen esta parte de la ley!  ¡Qué amor el suyo al recogimiento y a la oración, pero, sobre todo, ahora, que tenía consigo a su Hijo! ¿Qué podía buscar y apetecer fuera de su casa, si en ella lo tenía todo? Piensa que algo semejante debe ocurrir contigo; trabaja por tener a Jesús en tu corazón y después  que lo tengas, ¿qué más quieres,  qué más deseas? Luego si algo apeteces, es señal de que no tienes a Jesús, no sebes gozar de su presencia.

   2° La pureza.- Recuerda que María fue concebida sin mancha, que siempre fue pura y limpia más que el sol, que nunca pudo manchar ni con la más pequeña imperfección su belleza y hermosura inmaculada y, sin embargo, aquí aparece ¡purificándose! ¡Qué ejemplo para ti! Ella, la que no tiene mancha, la que no tiene nada que purificar, quiere purificarse. Esto es, que ama tanto esta limpieza de corazón, que parece que aún no está contenta y desea, si pudiera ser, purificarse más y más. ¡Ah! ¿Amas así tú la pureza santa? ¿Con ese espíritu procuras frecuentar la santa confesión y los demás medios que la Iglesia te pone para santificarte y limpiarte?  Y si Ella no está contenta de su pureza, y aún quisiera, si pudiera ser más, ¿lo estás tú de la tuya? ¿Lo estará María al verte a ti y mirar tu alma? ¿Encontrará allí la limpieza que Ella desea? Medita mucho en esto, avergüénzate y pide a María este amor a tan delicada y preciosa virtud como es  la pureza.

   3°.- La obediencia.- No estaba obligada a esta ley. Ella bien lo sabía. Toda su concepción y parto milagroso, había sido obra del Espíritu Santo. Ella había sido saludada como la “Bendita entre todas las mujeres” y de Sí misma había dicho “que la llamarían bienaventurada todas las generaciones” por las maravillas que en Ella obrara el Todopoderoso, y a pesar de toda esta grandeza no se considera exceptuada de la Ley. No quiere privilegios cuando se trata de obedecer, y obediente como si en Ella no hubiera nada de extraordinario, se somete gustosa a la Ley común, a así, pasados los cuarenta días,  con toda presteza se pone en camino hacia Jerusalén, para ser, con su Hijo, modelo de obediencia.

   Mira cómo este ejemplo nos confunde, qué diferencia de este modo de obedecer de la Virgen al nuestro, cuántas veces, sin razón, nos creemos dispensados de obedecer y eso que la obediencia no nos exige ni humillaciones ni sacrificios, como los que a María exigió en esta ocasión, porque lo que hace heroica esta obediencia de María fue el sacrificio que la exigió tan humillante como ahora veremos.

   4.- La humildad.- He aquí lo principal y lo incomprensible de este misterio. María es en todo extraordinaria, pero por eso había de ser extraordinaria su humildad.

   Recuerda el amor de María a su virginidad, cómo ante el ángel del Señor, estuvo dispuesta a dejar de ser Madre de Dios antes que dejar de ser virgen; es para Ella la ilusión más divina de toda su vida y, sin embargo, ahora por la humildad llega a sacrificar hasta las apariencias de su virginidad, apareciendo como una mujer manchada que necesita ser purificada. Parece que por amor a la humildad, se despoja de todo, hasta de ese concepto y gloria exterior de su virginidad y se humilla hasta no aparecer ni Madre de Dios, ni Virgen. ¡Qué admirable y sublime es esta virtud en María! ¡Qué obediencia más humillante para Ella y, sin embargo, con qué alegría obedece! ¡Con qué gusto se humilla!

   Mírala bien tanto más grande, cuanto más humilde. Contémplala confundida con todas las demás mujeres y como una de tantas, pero mira cómo Dios no la confunde, bien la distingue; es el lirio de candor, pero a la vez la violeta escondida de la más sublime humildad. ¡Qué gloria recibiría el Señor con el ejercicio de estas virtudes! ¡Cuánto se gozaría en Ella!

   Medita profundamente, compárate con Ella, pon a sus plantas tu soberbia, tu orgullo, tu amor propio, trabaja por imitarla.

   5.- Su pobreza.- No puede llevar la ofrenda de un corderillo que llevan todas. La pobreza siempre es humillante, pero mucho más cuando aparece delante de los demás, para las más pobres se permitía llevaran dos palomitas.

   María no se avergüenza de ser pobre y de que la tengan por tal, y la desprecien como se desprecia a los pobres. ¡Qué dichosas se hubieran considerado aquellas palomitas si hubieran podido comprender para lo que valían! ¡Para ser la ofrenda del sacrificio de María!


   Ofrécete tú a María como ofrenda de su sacrificio. Dile que quieres consagrarte a Ella, pero para que tu sacrificio valga algo, ha de ser imitándola a Ella, siendo como Ella. Dedícate a copiar estas virtudes en tu corazón, y especialmente las que más te cuestan, las más humillantes, las más sacrificadas. Ejercítate mucho en ellas.