miércoles, 27 de enero de 2016

Confesémonos inútiles para que seamos útiles: San Juan Crisóstomo



“Si quieres hacer algo excelente no te ensoberbezcas, y con esto ya lo has hecho todo. No eches pues a perder tus trabajos; no pierdas el mérito de tus sudores, no recorras infinitos estadios corriendo inútilmente y perdiendo tu trabajo. El Señor conoce muchísimo mejor que tú tus obras. Si das un vaso de agua fresca, ni aún eso desprecia.

   No hay más seguro depósito de las buenas obras que el olvido de las buenas obras. ¿Ignoras que si tú te alabas Dios no te alabará?
   Confesémonos inútiles para que seamos útiles. El olvido de nuestras buenas obras nos es indispensable.

   Cada día caemos en pecado y ni siquiera nos acordamos de eso. En cambio, si damos a un pobre una pequeña limosnita, lo publicamos por todos lados. Pero si sólo las conoce Aquél que debe conocerlas estarán en plena seguridad.

   En consecuencia no revuelvas en tu memoria con frecuencia tus buenas obras, no sea que alguien te las arrebate.

   Si quieres pues, que tus buenas obras sean grandes, no las juzgues grandes. Porque nada hay más grato a Dios que el contarse uno como el último de los pecadores. Porque quien es humilde y contrito, no se dejará llevar de la vanagloria, no se irritará contra su prójimo, ni lo envidiará.
   Es un hecho que, por más esfuerzo que pongamos, nunca levantaremos en alto una mano que está quebrada”.
                                                                                                                              San Juan Crisóstomo