lunes, 26 de octubre de 2015

HISTORIA DE LA CONSAGRACIÓN DE MÉXICO A CRISTO REY: Luis Ozden



Hay actos benéficos y asombrosos que las autoridades, tanto eclesiásticas como civiles, en el momento determinado por Dios y en las circunstancias más difíciles y contrapuestas, se han llevado a cabo. Aún teniendo en contra, a los enemigos más poderosos de la Religión Católica. Uno de esos raros actos fue la Consagración de nuestro país a Cristo Rey en el aciago año de 1914. Justo al inicio de la mayor revolución social sufrida por México, planeada, azuzada, sostenida por los sucesivos gobiernos y los grandes financieros de los Estados Unidos de América en complicidad con las sectas masónicas mexicanas. Cuyo fin inmediato era quedarse con el petróleo y la red de ferrocarriles propiedad de capitales europeos. Aunado a este fin, estaba otro más importante; destruir también, la religión católica y la cultura hispana de México.

La Revolución planeada y preparada para nuestro país por la cúpula política y financiera de los Estados Unidos, desde la ciudad de Nueva York, seguía un plan perfectamente planeado desde el anterior siglo XIX. El plan secreto era imponer al pueblo mexicano la anarquía, previa a la introducción del Nuevo Orden Mundial de esa época. Se intentaba implantar el Comunismo en todo el mundo comenzando por México de manera experimental. El primer paso para ello era la destrucción de la religión del pueblo mexicano, la Religión Católica, y de toda autoridad civil, de la influencia cultural europea, y de toda la riqueza material acumulada en 30 años de paz porfiriana, así como el robo de los capitales privados.

Después, seguiría la uniformidad de sus habitantes en las doctrinas socialistas ateas. México había sido escogido por esa cúpula plutocrática de los EE.UU. para servir de experimento a la revolución posterior, de 1917, aplicada en Rusia por los bolcheviques y en España entre 1933 y 1939 con la llamada Guerra Civil, que produjo, como en México, un millón de muertos. Estas revoluciones y prácticamente todas, desde la Revolución protestante del siglo XVI contra el papado y la Religión Católica, hasta las guerras del Medio Oriente, pasando por las devastadoras destrucciones del continente asiático, han sido ejecutadas por los agentes del Anticristo para instaurar su reino materialista en todo el mundo; llamado “Novus Ordo Seclorum”. 

“Las Revoluciones de México son impulsadas por dos agentes que operan sobre él mancomunadamente: la masonería y el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica…..” A. Gibaja y Patrón, “Revoluciones Sociales de México”, cap. XX tomo V…. 

Don Francisco I. Madero pasó la frontera del norte con el “Plan de San Luis” en la mano, lo proclamó el 5 0ctubre de 1910, para derrocar al Gral. Porfirio Díaz después de casi 30 años de un gobierno fuerte, aunque masónico, que había traído la paz anhelada al pueblo mexicano….  Fco. I. Madero, masón y espiritista, era el ariete para comenzar la Revolución que destruiría la riqueza y el prestigio internacional de México, duramente adquirido después de 70 años de desorden nacional. 

Francisco I. Madero, como el cura Miguel Hidalgo cien años antes, estaba imbuido por las utopías de los filósofos del siglo XVIII. Pero, era el hombre de paja de la política yanqui que lo quemaría en el momento adecuado. A principios de 1911 los revolucionarios de Madero tomaron posiciones en lugares cercanos a la frontera norte apoyados por asesores extranjeros entre ellos el revolucionario italiano José Garibaldi, nieto de Guissepe Garibaldi el unificador de Italia. La Revolución tomó fuerza con las contribuciones de Francisco Villa y Emiliano Zapata, armados con pertrechos y asesores yanquis. 

El 8 de junio de 1911 Madero entró en la ciudad de México como jefe de la Revolución que predicaba un gobierno democrático establecido por el pueblo y para el pueblo. Se convocaron elecciones para Presidente y Vicepresidente, pero la gran mayoría de la gente de razón no votó. Por lo que se contabilizaron los votos de la plebe más ignorante que no tenía idea de lo que era la Democracia, y con ese bagaje espurio, se reconoció como presidente de México a Madero y vicepresidente a Pino Suárez.

Madero y su gobierno comenzaron con una política de estabilidad nacional ajena a las intenciones aceleradas de los financieros yanquis que deseaban la destrucción rápida del antiguo régimen para, que en aguas tormentosas, hacerse de las riquezas naturales del suelo y subsuelo mexicanos. Por tanto, deseaban que el nuevo gobierno maderista hiciera las reformas necesarias para tal fin. Sin embargo Francisco I. Madero no se mostraba diligente. Ya había pasado un año de la toma del poder y su gobierno no desbarataba los tratados con las potencias europeas. 

Entonces era necesario moverle el tapete para que retomara los postulados revolucionarios. El inquieto caballerango Emiliano Zapata desconoció a Madero y proclamó el Plan de Ayala en el sur del país, ayudado por sus asesores yanquis, su propósito oficial era reivindicar a la raza indígena. Esto, aunado a la división de los maderistas en dos tendencias de logias: unos acelerados y otros más calmados en las reformas y expropiaciones que pretendían de la riqueza del país en beneficio de los capitalistas judeoyanquis, y que comandaba sin embozo el embajador de USA. Henry Lane Wilson, debilitaron el gobierno de Madero quien retardaba unas veces, y otras se oponía francamente, a las ordenes impertinentes del Departamento de Estado yanqui por medio de su embajador.

A parte de esta lamentable situación, el general Félix Díaz masón de alto grado, pariente del depuesto presidente Porfirio Díaz, y otros masones, se pronunciaron en Veracruz desconociendo a Madero, para supuestamente, restablecer el régimen anterior. Gibaja y Patrón, cap. XXI, “Revoluciones Sociales de México.” 

El general Félix Díaz y su gente se hicieron fuertes en la Ciudadela de la capital; con la defección y ayuda del general maderista Huerta, tomaron prisioneros a Francisco I. Madero, a su hermano Ernesto y a José Ma. Pino Suárez el 19 de febrero de 1913, por presiones renunciaron a sus cargos, siendo trasladados a la Penitenciaría. Mientras tanto, a instancias del embajador H. L. Wilson se reunieron en la Embajada norteamericana los militares golpistas, acordando dar el gobierno provisional al general Huerta.

 El presidente Madero y su vicepresidente Pino Suárez renunciaron a sus puestos quedando prisioneros del general Victoriano Huerta. Trasladados a la Penitenciaría, el 22 de febrero en la madrugada se hallaron sus cadáveres. Después de esa acción viene una serie de conjeturas que los historiadores no han podido aclarar porque la masonería internacional siempre se empeña en oscurecer los acontecimientos donde ella interviene de manera relevante. Existen muchas versiones para dilucidar la responsabilidad directa en esos asesinatos, pero ninguna ha resultado convincente. 

Sin embargo, la historia oficial de los sucesivos gobiernos masónicos mexicanos ha declarado, al general Huerta católico y antimasónico, como el único responsable, eximiendo de ello, a todos los participantes revolucionarios. Los verdaderos culpables han quedado en la sombra, resguardados por el secreto de las logias. De esos acontecimientos ha pasado un siglo, hoy son muchos los historiadores que han investigado y sacado conjeturas que han deslindado los tejemanejes de los revolucionarios mexicanos. Pero, los hechos de los protagonistas son los que cuentan. En los doscientos años que han pasado desde que el cura Hidalgo dio el grito de la Revolución, los gobiernos liberales mexicanos han cometido miles de horrendos crímenes contra los mexicanos que no han aceptado su ideología anticristiana, y sin embargo, la historia oficial de México ha ocultado y mantenido a cubierto, las traiciones, los asesinatos, robos y todo tipo de fechorías de sus llamados héroes y próceres. 

Mientras la historia oficial mexicana ha llenado de anatemas, injurias y soeces mentiras al militar que apoyó con energía al pueblo católico mexicano para efectuar la Consagración de México a Cristo Rey. Nosotros nos apoyaremos en los hechos que demostraron la buena voluntad del general Victoriano Huerta y su gobierno de diez y siete meses luchando contra la prepotencia de la república angloamericana y de los enemigos interiores del pueblo mexicano. 

Entre los documentos que pueden esclarecer en parte este lamentable episodio nacional está la carta que escribió el Gran Maestre de la Gran Logia de México don Luis Manuel Rojas, masón, al presidente masón William H. Taft de los Estados Unidos dirigida a varios diarios de ese país; pidiendo su intervención para salvar la vida de los prisioneros masones de las manos de militares mexicanos también masones….. Además de la carta telegrama que el Gran Maestre de la Masonería mexicana Luis Manuel Rojas envió al presidente de los Estados Unidos William H. Taft…. 

Remitió otra carta que publicaron los periódicos El País y La Tribuna el 15 de abril de 1913 en la cual acusa en 14 párrafos consecutivos al embajador, Henry Lane Wilson de haber urdido el asesinato de Madero y Pino Suárez…..“Mi cablegrama transcrito comprueba que no me dirigí al gobierno de los Estados Unidos, sino al señor William H. Taft como hermano masón”… También fueron varios los diarios de los Estados Unidos que publicaron esa carta…

 En la repuesta pública del Departamento de Estado de los Estados Unidos a la carta del Gran Maestre Lic. Rojas, ese gobierno, no se da por enterado de la culpabilidad de su embajador en la acusación que se le hizo. Se deduce, entonces, que el embajador Henry Lane Wilson cumplió órdenes secretas del presidente de los Estados Unidos para eliminar a Madero y su gobierno, por no haberles convenido la actitud personal de éste, manipulando al mismo tiempo en la propia Embajada, a los enemigos de Francisco Madero. 

El general Félix Díaz y sus adláteres eran masones también, pero sometidos a las Logias norteamericanas y no al Gran Maestre mexicano. En cuanto se constató las muertes de Francisco I. Madero y José Ma. Pino Suárez, la facción ganadora depositó el gobierno del país en la persona del secretario de Gobernación don Pedro Lascuráin, quien a su vez de acuerdo a los planes de la masonería, nombró en su propio lugar al general católico don Victoriano Huerta, éste, en consecuencia, quedó como presidente provisional de México, con “una papa caliente entre sus manos”.

El general Huerta era un militar de carrera, que había pertenecido al ejército del presidente Porfirio Díaz y tenía prestigio de valentía, honestidad y de católico practicante, siempre se declaró así, por lo que suponemos que no era masón, pero si lo era, no pasaba del 3er. grado; ignorante de las maquinaciones de la secta, se unió y obedeció a los enemigos del presidente revolucionario, anticatólico y masón Francisco I. Madero…..

 Ya como Presidente, Victoriano Huerta, integró su gabinete con personas respetables dentro de la sociedad mexicana, salidos del llamado porfirismo, es decir; de nacionalistas y católicos, ajenos a toda componenda con la Revolución Mundial. Actitud incompatible con el Plan formulado desde la Casa Blanca. El pueblo católico mexicano apoyó a Huerta, los gobiernos de los Estados también, menos el de Coahuila, lo reconocieron y el ejército le obedeció para combatir los focos revolucionarios en distintos puntos del país. “Su espíritu se sobrepuso a todo cuanto perjudicara a su patria para su libertad y engrandecimiento” escribió el historiador Gibaja y Patrón….  Sin embargo los enemigos de México no perdieron el tiempo y a poco más de un mes del nuevo gobierno levantaron con el “Plan de Guadalupe” al gobernador del Estado de Coahuila Venustiano Carranza. Como cabeza de la nueva revolución, desconociendo el gobierno del general Victoriano Huerta….. 

El gobierno huertista logró estabilizarse a pesar de todo, los revolucionarios vencidos en todas partes comenzaron a doblegarse, en México, parecía que volvían los tiempos de paz, y corrió el año de 1913. Por lo que respecta a nuestro país, el plan del gobierno norteamericano y de su rapaz camarilla de financieros, estaba completo y acabado cuando Francisco I. Madero subió al poder, pero ni Madero, ni mucho menos Huerta deseaba aumentar la dependencia de México a los Estados Unidos con algún tratado, como los habían hecho los gobiernos liberales del siglo XIX. 

El General Victoriano Huerta insistía, junto a sus consejeros, en no doblegarse ante la prepotencia yanqui. Tampoco quería acordar ningún otro tratado internacional que aumentara la dependencia a los Estados Unidos. Pero nada de esto estaba en los planes del gobierno yanqui, así que solamente esperaba una coyuntura para expulsarlo del gobierno mexicano. El nuevo presidente norteamericano Woodrow Wilson envió a un agente confidencial para entrevistarse con Huerta, ofreciendo sus “buenos servicios” para terminar los focos de rebelión y para que se eligiera “democráticamente” a otra persona para ocupar la presidencia de México. “Porque complacería al gobierno de los Estados Unidos desempeñar cualquier papel en este arreglo.…. Siempre que se halle honorablemente de acuerdo con el derecho internacional.” 

“Una solución satisfactoria nos parece requerir las siguientes condiciones: 
a) El cese inmediato de hostilidades en todo México; un armisticio definitivo solemnemente concertado y observado escrupulosamente. 
b) Dar seguridades de pronta y libre elección, en la que todos tomen parte por mutuo consentimiento. 
c) El consentimiento del general Huerta de comprometerse a no ser candidato en las elecciones de Presidente de la República en las presentes elecciones. 
d) El compromiso general de someterse al resultado de las elecciones y de cooperar de la manera más leal a la organización y sostén de la nueva administración. 

“Tomando todas las actuales condiciones en consideración el gobierno de los Estados Unidos no concibe que haya razones suficientes a justificar a los que en la actualidad tratan de dar forma o ejercitan la autoridad en México, a rechazar los servicios amistosos que de esta manera se les ofrecen” 

Los anteriores párrafos nos muestran la forma usual en que los gobiernos protestantes y masones de los Estados Unidos trataban y siguen tratando, a los gobernantes de México desde que se instauró la República en 1824, con el pomposo nombre de: “República Federal Democrática Representativa y Popular de los Estados Unidos Mexicanos”

Mientras en diferentes puntos de la geografía mexicana se levantaban los revolucionarios para destruir al país, con el apoyo encubierto de los Estados Unidos. Las Asociaciones Católicas preocupadas sobremanera por el futuro de México se acogieron a sus obispos, quienes a su vez solicitaron a Su Santidad el Papa Pío X la idea de hacer una proclamación solemne del reinado de Cristo en México; de coronar la Imagen del Sagrado Corazón en señal de sumisión y humilde vasallaje a Cristo Rey. Su Santidad Pío X -canonizado Santo, por Pío XII en 1954- acogió benignamente la súplica de los obispos mexicanos y les contestó con el Breve “Consilum Aperuistis” en el cual, respecto a las insignias, de la realeza con que habían de decorar las imágenes del Corazón de Jesús, les advierte lo siguiente: 

“Que la Corona y el Cetro habían de ponerse a los pies de la imagen y no en la cabeza y manos de la misma, para que así se expresara la idea de Cristo Rey y Señor de los que dominan. Desde hace mucho tiempo, con grande solicitud hemos considerado a vuestra nación y vuestros asuntos, perturbados por grandes desórdenes, y bien sabemos que, para conservar y sostener la salud y la paz de los pueblos, es de todo necesario conducir a los hombres a este puerto de salvación, a este sagrario de la paz que Dios, por su infinita benignidad se dignó abrir al humano linaje, en el corazón augusto de Cristo Su Hijo, que de ese corazón brote para vosotros, venerables hermanos, y para vuestra nación entera, agitada rudamente por incesantes discordias, La Gracia que habéis menester para la salvación eterna, y la paz, que como fuente inagotable de todos los bienes , anhelan a una voz vuestros conciudadanos” 

La carta estaba firmada el 12 de noviembre de 1913, en el Vaticano….  “Esta es la primera vez en la Historia que se hace esta petición a la Santa Sede, por lo que constituye para México, un timbre de gloria.” Escribió el Padre Roberto Ornelas en: “Bosquejo histórico de la devoción a Cristo Rey en México” Cuautla, Mor. 1939. P.G. El eminente historiador Monseñor Emilio Silva de Castro, en su libro: “La Virgen María de Guadalupe Reina de México y Emperatriz de América” escribió refiriéndose al gran acto ignorado por la mayoría de los católicos del siglo XXI.  

“Los males terribles que amenazaban a la Patria y que los fieles católicos trataban de evitar con esta proclamación, y eran evidentes en las acciones de la Revolución Satánica, judaica y masónica mundial, en México encarnada en la revolución carrancista de 1913”….  Ese fin del año 1913 se recrudecieron los ataques revolucionarios para tratar de derrocar al presidente Victoriano Huerta, pero la mano de la Providencia conducía los notables acontecimientos que se concretaron al iniciarse el año de 1914. Una vez recibida en México la carta pontificia, todas las Asociaciones Católicas en consonancia con el Arzobispo de México José Ma. Mora del Río y todas las autoridades de la Iglesia de México pusieron manos a la obra para consagrar a nuestra nación a Cristo Rey. 

Se convino la fecha de la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús para el día de la fiesta de la Epifanía, 6 de enero de 1914 y la solemne Consagración a Cristo Rey para el 11 de ese mismo mes de enero. El historiador don Pedro Sánchez Ruiz escribe en la pag. 765 del segundo tomo de su obra: “Nacimiento, grandeza, decadencia y ruina de la nación mejicana” “Cuando desde los cuatro puntos cardinales irrumpían las hordas constitucionalistas que amenazaban no solo con la destrucción material de la Patria, sino con la destrucción de su misma identidad nacional, surgió una sorprendente reacción de la adormecida sociedad, proclamando públicamente, en tumultuosas manifestaciones en la Capital y principales ciudades la Realeza temporal de Cristo en México, lanzando a los cuatro vientos el entusiasta y unánime grito de ¡Cristo vive!, ¡Cristo reina!, Cristo impera! Como repudio al laicismo liberal y socialista revolucionario.”

En el editorial del diario La Nación del mes de enero de 1914 apareció este llamado al pueblo católico: “Es necesario proclamar a Jesucristo por nuestro Rey, públicamente. Y esto lo haremos en imponente manifestación, Os convidamos, católicos mejicanos, a que forméis parte de la gran manifestación pública que se prepara en nombre de Dios y para Su honra. Acudid todos con banderas, y sobre todo con valor. Sepa el mundo que no nos avergonzamos de Dios, y que lo tenemos por nuestro Dios; la paz, el bienestar, la honra volverán a reinar en este pueblo escogido, en este pueblo todo de la Virgen María” 

Previamente, el Episcopado Mejicano había acordado que el 6 de enero de 1914 se hiciera una solemne renovación de la Consagración de Méjico al Sagrado Corazón de Jesús, en señal de reparación, sumisión y humilde vasallaje. Los generales don Ángel Ortiz Monasterio y don Eduardo Paz, en uniforme de gran gala, llevaron en regios cojines de seda la Corona y el Cetro que el Ilmo, Arzobispo de Méjico don José María Mora y del Río, pondría a los pies de Jesucristo Rey. 

Fue natural que el presidente de México, general Victoriano Huerta, quien públicamente había proclamado su fe en Jesucristo en pleno recinto parlamentario, en un acto en que actuaba con su investidura oficial y que se había negado a ingresar a la masonería y además combatía a la revolución satánica; haya enviado a dos de sus divisionarios al acto solemne en la iglesia de San Francisco el 6 de enero de 1914. 

Nunca antes ningún gobernante del sufrido México había dado tan decidido apoyo a la Fe de su pueblo como el general Victoriano Huerta, sabiendo de antemano las represalias que el Liberalismo internacional tomaría en su contra. Lo que así sucedió, como veremos más adelante.

El general Huerta cuando tomó posesión del gobierno de la República, en la sesión XXVI del Congreso, después de la ceremonia oficial, tomando la palabra y con vibrante emoción dirigió a los congresistas estas palabras: “Voy a dirigiros dos palabras y espero que si traspaso ese límite me perdonéis; no os titulo senadores y diputados sino hermanos míos; estamos en presencia de la República, en presencia de…. Que digo, en presencia de la Humanidad, estamos en presencia de Dios, declaro que soy liberal por convicción, pero soy también extraordinariamente religioso y por ello creo que Dios es un poderoso elemento para darnos no solo fuerzas morales, sino fuerzas físicas….” Del libro: “Cristo Rey de México” Andrés Barquín

Siendo Huerta presidente de una nación cuyos gobiernos se habían titulado no creyentes significaba su discurso un acto de repudio oficial al laicismo liberal del Estado. Muchos congresistas, sino la mayoría eran masones que reprobaron sus palabras mientras el pueblo aplaudió. Pocos días después de tal acto, los masones mexicanos y yanquis se presentaron al presidente Victoriano Huerta para ofrecerle su ingreso a la Masonería. Pero Huerta les respondió: que no aceptaba pues él era católico mostrándoles su escapulario de la Virgen del Carmen que no cambiaría por ninguna otra insignia, pues estaba dispuesto a vivir y morir católico… 

Pues bien, continuando con los actos de la Consagración a Cristo Rey ese mes de enero de 1914 relataremos que: El siguiente 11 de enero de 1914 el la Catedral Metropolitana y reunidos los poderes, religioso, político y social, con manifestaciones de júbilo en toda la nación, se coronó a Cristo Rey de México proclamando Su realeza temporal. La Fe del pueblo mexicano recurría a Dios y a la Virgen María antes que sucumbir bajo los embates de la Revolución, entregándose en los brazos de Cristo Rey de México. La fórmula recomendada por San Pío X al pueblo mexicano se concretó en esta oración recitada en todas las catedrales del país: “Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar, vuestros somos y vuestros queremos ser” Transcribió el P. Valdés en su obra: “Sangre por Cristo Rey”.

 Tras la fecha del 12 de diciembre de 1531, luego la Consagración de la Nueva España y todas su provincias a la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre de de 1747, y con las consagraciones del 6 y 11 de enero de 1914, México sería también el pueblo de Cristo Rey. Y para que nada faltase, el Presidente de la República asintió participar en el homenaje dando instrucciones al Gobernador del Distrito Federal para sin obstáculo alguno se llevasen a cabo aquellos actos. “Si México había de ser porción escogida de Jesucristo, era justo también para su mayor mérito, que 10 años después, (con la Guerra Cristera) lo acompañase en su Pasión”. …. 

Las fuerzas enemigas de nuestro país, tanto las interiores; masones, liberales y revolucionarios de toda laya, como las exteriores representadas por sus cómplices los gobiernos yanquis arremetieron a los pocos meses con su plan de destrucción de la civilización católica. Mons. Emilio Silva de Castro escribe en el capítulo XXV del libro mencionado antes:

“México fue elegido por designio providencial a un Destino Manifiesto en tríptica forma cronológica y en íntima correlación causal, aunque no perceptible a una mirada superficial: 

Primero: Elegido por la Madre de Dios para ser destinatario de su preciosa imagen, sin par en el mundo. 

Segundo: “Ser el hijo pequeño y delicado de Santa María de Guadalupe” 

Tercero: “Destino providencial de México fue dar un notabilísimo testimonio de fidelidad a Jesucristo. Dar al mundo de una multitud de mártires y héroes de la Fe católica y nacional en tan breve tiempo (1926-1929), que solo se encuentra paralelo en la heroica cruzada anticomunista de España (1936-1939), la cual había recibido impulso de la anterior de México” ….  

Mientras tanto, el nuevo gobierno demócrata norteamericano con su presidente Woodrow Wilson declaró públicamente al gobierno de Huerta como indeseable, por haber rechazado dignamente el Plan de cuatro puntos propuesto y firmado por el nuevo presidente de los Estados Unidos de América y presentado al general Huerta por su enviado confidencial John Lind.

El historiador don Antonio Gibaja y Patrón escribe al respecto: “La respuesta del general Huerta repeló de una manera digna la injusta intromisión de los Estados Unidos en los asuntos muy privados de México, entendiéndose los que son respecto de la verdadera nación mexicana; pero no así en lo que se refiere a la provincia masónica (mexicana), con la que tiene mucho que ver el gobierno de los Estados Unidos, y el agente confidencial Lind, quien no solo vino a desempeñar una misión diplomática, sino a intrigar descaradamente entre los mexicanos, haciéndose amigo íntimo de los jefes de la revolución y expresando ideas ofensivas contra la sociedad mexicana, por su religión, sus usos y costumbres. El cinismo de Lind no tenía límites pues visiblemente se mofaba de los mexicanos, porque contaba con el apoyo de Woodrow Wilson en los Estados Unidos, y del Partido Liberal y de las sociedades secretas en México, que fraternizaban con él por considerarse todos hermanos” 

“Woodrow Wilson menospreciando a la mayoría de los mexicanos, habló de esta manera: Los que controlan el gobierno de Huerta deben ser desposeídos de ese control. Ellos quieren el orden del viejo régimen; pero yo aseguro que ese viejo orden ha muerto para siempre. Es mi deber, según lo comprendo, ayudar en cuanto yo pueda, para que prevalezca el nuevo orden que ha de tener sus fundamentos en la libertad y los derechos humanos” Saturday Evening Post. May 23 1914. … Un tal John Lind enviado confidencial de Wilson, emprendió una guerra canallesca contra México.

El eminente historiador P. Regis Planchet, en su obra: “Persecución a las Religiosas y Señoras en la Era Carrancista” escribe: “El mismo Lind decía: “Lo malo en México es la Iglesia Católica. Se deberían clausurar las escuelas y los templos católicos para así deshacerse de aquella Iglesia” y su mujer añadía: “Hemos de barrer de México a los sacerdotes y a las religiosas”. 

Mismas palabras que se escucharían diez años después de la boca de Plutarco E. Calles cuando implantó su ofensiva criminal contra el pueblo católico mexicano y sus obispos al iniciarse la Guerra Cristera. La Casa Blanca comenzó por hostilizar a Huerta y su gobierno, con presiones a otros grupos para aislarlo, interiormente ayudando a los revolucionarios, e internacionalmente, para romper tratados con países de Europa. Ante la oposición huertista, siguieron los ataques que entonces sufrieron su gobierno y la nación entera, el mayor de todos, se concretó en el bloqueo, y posteriormente, el bombardeo del puerto de Veracruz el 21 de abril de 1914. 

Después de meses de heroica resistencia contra la primera potencia mundial, sus agentes los revolucionarios y los malos mexicanos; el general Huerta presentó su renuncia en 15 de julio de 1914. Viniendo, entonces lo peor; los jefes aparentes de la revolución Carranza, Villa y Zapata, siempre asesorados por los yanquis se dedicaron a la destrucción de la religión católica, la riqueza y la civilización en México cometiendo los horribles crímenes que la historia oficial oculta, pero que el Obispo norteamericano de Oklahoma, Mons.Francis Clement Kelley denuncia en su libro: “México, El País de los Altares Ensangrentados”. Ed. Polis, México, 1945.

Por supuesto, que la historia oficial masónica, cumpliendo con la consigna de no escribir la verdad, ha deformado los hechos de esos años (1913-1914). Ha silenciado de tal manera esa gesta de los católicos de entonces que las nuevas generaciones no se han enterado muy bien, de que nuestro país, ha sido consagrado y puesto a los pies de Cristo Rey. Que Jesucristo nos sostiene, sobre la sangre de tantos mártires que causaron la Revolución y la Guerra Cristera de los años veinte. Y el presidente que apoyó con toda la fuerza de su fe católica, la Consagración a Cristo Rey ha sido infamado con todos los defectos que la Masonería, en la historia oficial mexicana, es capaz de arrojar sobre quienes ella odia por no plegarse a sus designios, entre otros, el Gral. Huerta que se negó a aplicar al país la llamada Reforma Agraria de corte francamente comunista, y que desgraciadamente fue aplicada por los revolucionarios después de 1914; que ha hecho a México más dependiente de los Estados Unidos. 

El periodista e historiador don Luis Reed Torres en su obra: “Episodios desconocidos de México” cita la obra de don Ángel Lascuráin y Osio: “La segunda intervención americana” donde este autor relata algo del carácter del presidente Woodrow Wilson autor de la agresión a México con el desembarco de tropas yanquis en Veracruz el 21de abril de 1914, para derrocar a un presidente mexicano legítimamente constituido por la Cámara de Diputados; nada más por no querer plegarse a los designios del Destino Manifiesto angloamericano. 

El historiador Lascuráin y Osio relata: “Wilson tenía muchas ideas falsas respecto de México desde que había sido profesor en Princeton, adquiridas paulatinamente en sus lecturas respecto de la conquista española en Latinoamérica, de autores empeñados en denigrar esa obra y poner a México como un país de esclavos. En suma, Wilson se formó acerca de nuestro país un concepto completamente equivocado…. 

Además era un  protestante fanático (puritano) y odiaba todo lo que habían hecho los misioneros en México, y olvidando que en su país se había exterminado a los indios, se fingió constituirse en defensor de ellos para tener pretexto de intervenir en nuestro país” Para terminar este breve texto, voy a transcribir parte de la carta que el general Victoriano Huerta antes de su dimisión, escribió al presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson, perteneciente al Partido Demócrata y que transcribe el historiador Luis Reed. 

Carta dirigida al Congreso y a toda la nación el 15 de julio de 1914.

 “……Se consiguió, como ustedes saben, arreglar decorosamente por nuestros comisionados en Niagara Falls el fútil incidente de Tampico, y la Revolución queda en pie sostenida por quien todos sabemos…… Hay más; después de la labor altamente patriótica de nuestros representantes en Niagara Falls, hay quien diga que yo, a todo trance, busco mi personal interés y no el de la República; y como este dicho necesito destruirlo con hechos, hago formal renuncia de la Presidencia de la República.” “Debe saber la representación nacional que la República, por conducto de su gobierno, ha laborado con toda buena fe a la vez que con toda energía, puesto que ha conseguido acabar con un partido que se llama demócrata en los Estados Unidos y ha enseñado a defender un derecho” “Para ser más explícito diré a ustedes que la gestión del gobierno de la República, durante su corta vida (17 meses), ha dado golpes de muerte a un poder injusto” “Para concluir, digo que dejo la Presidencia de la República llevándome la mayor de las riquezas humanas, pues declaro que he depositado en el Banco que se llama Conciencia Universal, la honra de un puritano, al que yo, como caballero, le exhorto a que me quite esa mi propiedad.” “Dios los bendiga y a mi también”. “México, julio 15 de 1914.” “V. Huerta” …. 

He aquí, en unos cuantos párrafos, el pensamiento de un hombre patriota, enérgico y valiente, militar de carrera, sin ninguna improvisación, quien siendo secretario de Gobernación de don Pedro Lascuráin y que por renuncia de éste, ocupó interinamente la Presidencia. Poco mas tarde con la aceptación de la Cámara de Diputados de acuerdo a la facultad que le daba el artículo 82 de la Constitución vigente entonces; “El Poder Judicial, el Ejército y los gobernadores de los Estados, excepto dos (Coahuila y Sonora), reconocieron que el régimen nuevo continuaba sin interrupción el sistema de legalidad” 

Con la renuncia forzada del General Huerta se desató la violencia de los revolucionarios Carranza, Zapata y Villa, ahora sí, ya pertrechados con las armas que facilitó el gobierno yanqui, para destrozar y acabar con la riqueza que entonces habían acumulado los mexicanos en los 30 años de gobierno fuerte del General Porfirio Díaz, revolución con que ellos creían, acabar la Iglesia Católica y quitarle al Pueblo mexicano su religión. Tendrían que pasar otros 12 años de cruenta guerra civil para que el gobierno masónico y espurio de Elías Calles provocara con su persecución, a la Iglesia de Jesucristo, la siguiente y sangrienta Guerra Cristera contra el pueblo mexicano que produjo tantos mártires quienes antes de ser fusilados gritaban: 

¡VIVA CRISTO REY! 

LUIS OZDEN Año 2012.

El general Victoriano Huerta nació en el poblado, de Colotlán, Jalisco en 1845. De una familia profundamente católica, muy joven emigró a la ciudad de México donde fue inscrito en el Colegio Militar, alumno destacado en matemáticas y astronomía. En 1894 ascendió a coronel durante el gobierno de Porfirio Díaz. Participó en diversas campañas en Quintana Roo, Monterrey y el Edo. de Morelos contra Zapata. En 1911 escoltó a Porfirio Díaz a Veracruz. Cuando Madero subió a la Presidencia lo llamó para combatir al rebelde Pascual Orozco a quien derrotó. Entró en relaciones con los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz para derrocar a Madero, a quien sucedió en la Presidencia el 18 de febrero de 1913. Apoyó a los católicos en la Consagración del país a Cristo Rey del 6 al 11 de enero de 1914, lo que le costó la guerra contra él de las Logias Masónicas y del presidente W. Wilson de los Estados Unidos.

Después de una heroica resistencia de seis meses Huerta renunció a la Presidencia el 15 de julio de 1914 saliendo de país para exiliarse en Londres, de donde pasó a Barcelona, donde estuvo hasta marzo de 1915, pero por el llamado de sus partidarios residentes en Estados Unidos, viajó a ese país donde entró en contacto con agentes del gobierno alemán para recibir ayuda con que pacificar a México Detenido por el servicio de inteligencia yanqui en Nuevo México, finalmente fue llevado a la prisión militar de Fort Bliss cerca del Paso Texas. Allí fue maltratado enfermando gravemente. Tras una operación vesicular mal hecha falleció el 13 de enero de 1916. No sin antes recibir todos los auxilios espirituales de un sacerdote norteamericano, dejando testimonio de perdón para sus enemigos y pidiendo perdón a quienes había hecho agravios.

Rodeado de su familia, les pidió que sus escasos bienes personales fueran repartidos entre los pobres. Sus restos descansan en una capilla lateral de la Catedral Metropolitana, en la ciudad de México, y por deseo de su esposa no se colocó ninguna placa alusiva.