lunes, 17 de agosto de 2015

Monasterio Benedictino Tradicional. Santa Sofía-Boyacá, Colombia: Boletín informativo Junio y julio del 2015



Estimados amigos y benefactores: Gracias a su ayuda y oraciones nuestro monasterio sigue creciendo y consolidándose. El pasado 20 de julio los monjes tuvimos nuestro retiro anual, con la participación de varios de nuestros fieles ecuatorianos. El retiro fue predicado por el Reverendo Padre Prior y por el Reverendo Padre Juan Carlos Ortiz. En medio de riguroso silencio, el tema del retiro giró alrededor del don de sí mismo a Dios en espíritu de consagración. Se meditaron los principales misterios de nuestra santa fe, la gravedad del pecado, los planes de Dios para santificar y salvar las almas, el combate espiritual contra los enemigos del alma, y los medios de adquirir la gracia. Un análisis profundo de la crisis de la Iglesia fueron parte de los temas abordados. En el retiro los participantes vivieron como monjes por 5 días en medio de la espiritualidad monástica benedictina siendo de mucha ayuda los silenciosos y retirados contornos de las bellas montañas, colindando con el pueblo de Santa Sofía. « El alma que se dá completamente a Dios, es favorecida con el don de la oración » 
« Nosotros debemos consagrarnos a Jesucristo a través de San José y de la Santísima Virgen. A través de esta consagración nosotros comenzaremos a ser parte de la Sagrada Familia»


Avisos sobre la vocación religiosa:
 Cuánto importa seguir la vocación al estado religioso San Alfonso Maria de Ligorio

 Está fuera de duda que nuestra eterna salvación depende principalmente de la elección de estado. El Padre Granada dice que esta elección es "la rueda maestra de la vida". Y así como descompuesta la rueda maestra de un reloj queda todo él desconcertado, así también, respecto de nuestra salvación, si erramos en la elección de estado, "toda nuestra vida — dice San Gregorio Nacianceno- andará desarreglada y descompuesta". Por consiguiente, si queremos salvarnos, menester es que, al tratar de elegir estado, sigamos las inspiraciones de Dios, porque solamente en aquel estado a que nos llama recibiremos los necesarios auxilios para alcanzar la salvación eterna. Ya lo dijo San Cipriano: 

" La virtud y gracia del Espíritu Santo se comunica a nuestras almas, no conforme a nuestro capricho, sino según las disposiciones de su adorable providencia".

 Que por esto escribió San Pablo "Cada uno tiene de Dios su propio don". Es decir, como explica Cornelio Alápide: "Dios da a cada uno la vocación que le conviene y lo inclina a tomar el estado que mejor corresponde a su salvación". Esto esta muy conforme con el orden de la predestinación, que describe el mismo Apóstol cuando dice: "Y a los que ha predestinado, también los ha llamado, y a quienes ha llamado, también los ha justificado; y a quienes a justificado, también los ha glorificado". Fuerza es confesar que en esto de la vocación el mundo bien poco o nada entiende, y por eso muchos apenas se cuidan de abrazar aquel género de vida a que los llama el Señor; prefieren vivir en el estado que se han escogido, llevando por guía sus propios antojos, y así viven, esto es: perdidamente, y a la postre se condenan. Esto no obstante, de la elección de estado pende principalmente nuestra salvación eterna.

 A la vocación va unida la justificación, y de la justificación depende la glorificación, es decir, la eterna gloria; el que trastorne este orden y rompa esta cadena de salvación se perderá. Trabajará mucho y se fatigará, pero en medio de sus fatigas y trabajos estará siempre oyendo aquella voz de San Agustín: "Corres bien, pero fuera de camino"; es decir, fuera de la senda que el Señor te había trazado para llegar al término final de tu carrera. Dios no acepta los sacrificios que le hacemos siguiendo nuestros gustos. "De Caín y de las ofrendas suyas", dice la Escritura, "no hizo caso el Señor". Además, amenaza con tremendos castigos a los que menosprecian su voz por seguir los consejos de su amor propio. "¡ Ay de vosotros hijos rebeldes y desertores — dice por Isaías— que forjáis designios sin contar conmigo y emprendéis proyectos, y no según mi deseo".

Es que el llamamiento de Dios a vida más perfecta es una de las gracias mayores y más señaladas que puede conceder a un alma, y por eso, con sobrada razón, se indigna contra el que las menosprecia. ¿No se daría por ofendido el príncipe que al llamar a su palacio a un vasallo para hacerle su ministro y favorito, el súbdito no obedeciese y menospreciase la oferta? Y Dios, al verse desairado, ¿no se dará también por ofendido? Harto lo siente, y este su sentimiento lo dio a entender cuando dijo por Isaías: "¡Desdichado aquel que contraría los planes de su Hacedor!". La palabra Vae de la Escritura, que aquí traducimos por desdichado, envuelve una amenaza de eterna condenación. Comenzará el castigo para el alma rebelde en este mundo, en el cual vivirá en perpetua turbación, porque, como dice Job: "¿Quién jamás resistió a Dios que quedase en paz?". Las luces que el Señor nos comunica son pasajeras y no permanentes; por esto nos aconsejan Santo Tomás que respondamos sin tardanza a los divinos llamamientos. 

Se pregunta en la Suma Teológica si es laudable entrar en religión sin pedir consejo a muchos y sin deliberar largamente, y responde afirmativamente, dando por razón que en los negocios de bondad dudosa es necesario el consejo y la madura deliberación; mas no en esto de la vocación, que es a todas luces bueno, puesto que el mismo Jesucristo lo aconseja en el Evangelio, pues de todos es sabido que la vida religiosa es la práctica de los consejos que nos dio el divino Maestro. 

Es cosa sorprendente ver cómo las gentes del siglo, cuando una persona trata de entrar en religión y llevar vida más perfecta y libre de los peligros que se corren en el mundo, dicen que tales resoluciones hay que tomarlas muy despacio y con calma, y que no se deben llevar a la práctica hasta quedar plenamente convencido de que la vocación viene de Dios, y no del demonio. ¿Por qué no piensan y hablan de la misma manera cuando se trata de aceptar una dignidad, un obispado, por ejemplo, donde hay tanto peligro de perderse? Entonces se callan y no dicen que se deben tomar las debidas precauciones para cerciorarse si la vocación viene o no de parte de Dios.

Los santos en este punto son de muy contrarío parecer. Santo Tomás dice que, aunque la vocación religiosa la inspirase el mismo demonio, aun en este caso había que seguir su consejo, por ser excelente, no obstante venir de nuestro capital enemigo. Y San Juan Crisóstomo, citado por el mismo Santo Doctor, dice que, cuando Dios nos favorece con semejantes inspiraciones, exige de nosotros tan pronta obediencia, que ni por un instante siquiera vacilemos en seguirle. La razón es porque Dios, cuando ve un alma rendida a su voluntad y mandamiento, se complace en derramar sobre ella a manos llenas sus gracias y bendiciones y, por el contrario, las dilaciones y tardanzas le desagradan tanto, que luego le encogen la mano y le obligan a alejarse con luces y gracias, dejando el alma casi abandonada y sin fuerzas para seguir los impulsos del llamamiento divino. 

Por esto dice San Juan Crisóstomo que cuando el demonio es impotente para hacer abandonar a uno la resolución de consagrarse a Dios, se esfuerza por estorbarle que la lleve luego a la práctica, seguro de sacar no poco provecho cuando consigue que se prolongue la estancia en el mundo un solo día y hasta una sola hora; porque confía que durante ese día y esa hora se le han de presentar nuevas ocasiones harto propicias para lograr más largas dilaciones, y el alma, por su parte, cada vez más débil y menos asistida de la gracia divina, cede al fin a los impulsos del demonio y abandona la vocación. ¿Quién podrá decir las almas que han sido infieles a los divinos llamamientos por no haber respondido luego a la voz de Dios? Por esto San Jerónimo, dirigiéndose a los que se sienten llamados a abandonar el mundo, les dice: "Apresuraos, os lo suplico, daos prisa; y mejor que desatar, romped las amarras que detienen en la ribera vuestra barquilla". 

«Nuestra alma como pájaro escapó del lazo de los cazadores: el lazo fué quebrado, y nosostros fuimos librados » (Sal CXXIII, 7)