viernes, 21 de agosto de 2015

LA GRAN TRAICIÓN 2a Parte (Hugh Ross Williamson)





Así la Misa tridentina, como infranqueable muralla, se opuso a la herejía hasta el 3 de abril de 1969, en que el actual Papa (Comentario del Blog: Paulo Sexto) con su constitución “Missale Romanum”, introdujo la nueva misa vernácula, conformable a la práctica y principios de los protestantes, que debía celebrarse sobre una mesa, con el sacerdote mirando al pueblo, como “presidente” de la asamblea.

La reacción de Inglaterra, como en otras partes del mundo, fue inmediata. La instrucción papal apareció traducida e1 10 de mayo de 1969, y el día 17 del mismo mes The Latín Mass Society envió una petición al Santo Padre pidiéndole la conservación de la Misa Tridentina, según del Misal de San Pio V. Y, cuando en septiembre los Cardenales Ottaviani y Bacci presentaron al Papa un estudio crítico de la Nueva Misa, preparado por destacados teólogos de Roma demostrando que el Novus Ordo Missae, “en su conjunto y en sus detalles representa un alejamiento impresionante de la teología católica de la santa Misa”, la misma Latin Mass Society publicó inmediatamente una traducción, para enviarla personalmente a todos y cada uno de los obispos, sacerdotes, monseñores y religiosos de Inglaterra. La Jerarquía prohibió a los sacerdotes el comentar el documento y probablemente podemos presumir que las 700 copias fueron a dar al cesto de papeles inservibles.

En este importante documento, los teólogos demostraban, con abundancia de ciencia teológica, que la nueva misa había sido substancialmente rechazada por el Sínodo de Obispos. Que nunca había sido sometida al juicio colegial de las Conferencias Episcopales y nunca había sido pedida por el pueblo cristiano; que tenía todas las posibilidades para complacer a los protestantes más modernistas; que por una serie de equívocos, insiste en hacer énfasis en la idea de “cena”, en vez de “sacrificio”; que no hace distinción entre el sacrificio divino y sacrificio humano; que el pan y el vino solo son de carácter espiritual, no substancialmente cambiados en Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor; que en ningún lado aparece la mención de la Real Presencia de Cristo, la cual parece implícitamente repudiada; que la posición del sacerdote y del pueblo están de tal modo falsificada que el celebrante queda casi al nivel de un ministro protestante y la verdadera naturaleza de la Iglesia es intolerablemente adulterada; que el abandonar el latín significa un ataque a la unidad de la Iglesia, no solo en su culto, si no en sus mismas creencias; que el Novus Ordo Missae no es una defensa, contra las herejías que hoy como ayer impugnan los dogmas eucarísticos; que hay un “impresionante  desvío de la doctrina dogmática del Concilio de Treto”,  doctrina que todos los católicos estamos obligados a profesar en conciencia, bajo pena de entera condenación. En una palabra, el Novus Ordo Missae contiene numerosas insinuaciones y no pocos errores contra la pureza de la religión católica y desmantela todas las defensas del Depósito de la Fe.

El Vaticano, lo mismo que los obispos de Inglaterra y de Welsh, como los de todo el mundo, parecen estar de acuerdo en aparentar esta ignorancia teológica para exigir una obediencia ciega en la aceptación, sin argumento ni objeción alguna, de la nueva liturgia.

 Hicieron lo imposible para evitar sospechas al introducir gradualmente los cambios. Como escribió el Cardenal Heenan en su carta pastoral de 12 de Octubre de1969: “¿Por qué la Misa sigue cambiando? Aquí tenéis la respuesta. Porque hubiera sido difícil introducir los cambios simultáneamente. Si todos los cambios hubieran sido hechos al mismo tiempo, todos os hubierais escandalizado”.

Un mes después el cardenal Heenan escribió un prologo a la traducción inglesa de la Nueva Misa. “El prudente papa Paulo VI ha decidido que ha llegado el tiempo de poner fin a los experimentos.” El está satisfecho porque la forma de la Misa no necesitará ser alterada de nuevo, en un futuro que podamos prever… Es importante darnos cuenta de que la revisión ha sido hecha bajo la personal supervisión del Santo Padre.

Para oponerse a la herejía, se convocó en la Iglesia el Concilio Ecuménico, el de Trento que, además de confirmar los decretos del Concilio Ecuménico IV, promulgados tres siglos antes, promulgó nuevos decretos y nuevas definiciones dogmáticas que son todavía ahora la formulación de nuestra fe católica. En la cuestión más importante acerca del Sacrificio de la Misa Tridentina, confirma la antigua y apostólica doctrina de la Iglesia. El Novus Ordo puede tener errores.

Estas palabras del Cardenal suponen que todo lo que el Papa decide hacer o decir debe ser ipso facto correcto. El afirmar este sugiere la idea de que el Papa es un oráculo pagano; no, la doctrina católica que nos enseña que el sucesor de Pedro solamente infalible, cuando define ex cathedra, como el pastor y el maestro toda la Iglesia, una doctrina contenida en el depósito de la Divina Revelación en materia de fe o de moral bajo pena de eterna condenación. En todos los demás casos es tan falible como todos los demás hombres.

 El mismo Paulo VI parece que se sorprendió al ver la extendida resistencia contra el Nuevo Orden de la Misa; porque el 19 y 26 de noviembre de 1969 dedicó dos de sus alocuciones, a defender la nueva misa las cuales aparecieron en la edición inglesa de L`Osservatore Romano el 27 de noviembre y el 4 de diciembre de 1969. Paulo VI, defendiendo la nueva misa, dijo: “En la misa del nuevo rito permanece la misma misa de siempre”. El sostuvo que la nueva forma era la voluntad de “CRISTO”, dando así a entender que, al ordenar el Novus Ordo, el había hablado infaliblemente; aunque  no lo dice expresamente.

Explicó que los cambios se habían hecho, para sacudir la común apatía de los fieles y “para ayudar a hacer la misa una pacífica, pero eficaz escuela de sociología cristiana”. Afirmó si, que el latin es “la lengua de los ángeles” y ofreció un pequeño consuelo al pueblo sencillo que no podía ya oír los oficios divinos en la lengua de hace diez y nueve siglos., ofreciéndoles que esa lengua sería usada en los “actos oficiales de la Santa Sede”. Y terminó diciendo: “No hablemos ya de la nueva misa. Hablemos más bien de la nueva época de la vida Iglesia”.   

Al llegar a este punto, debemos hacer esta pregunta, que seguramente está y debe haber estado, por largo tiempo, en la mente de todo católico, que piensa un poco sobre su religión: ¿Por qué se ha hecho todo esto? Hemos visto al Vaticano desmantelando nuestra fe, con un creciente sentido de incredulidad, esto no podía suceder, debe ser una pesadilla de la cual tendremos que despertar en poco tiempo, para encontrar todas las cosas sagradas intocables en su mismo estado. De todos modos, ¿Por qué el Papa y los obispos han procedido de esta manera?
Para contestar debemos hacer un pequeño paréntesis para hablar sobre el “ecumenismo”. Cuando anunció Juan XXIII, el 25 de enero de 1959, “un Concilio Ecuménico”, los no católicos (según lo dijo el Cardenal Bea, en un artículo publicando en 1961) “pensaron que se trataba de congregar un Concilio que convocaría a todos los representantes de todas las iglesias o comunidades cristianas, para discutir entre sí el problema de la unidad”. Esta interpretación la dedujeron del sentido mismo de la palabra “ecuménico”, usada ahora para significar el acercamiento de los grupos religiosos, que se dicen cristianos. Este significado del término, que designa los representantes de todas las denominaciones cristianas, empezó a usarse en el siglo pasado, para establecer una unión entre esos grupos. La interpretación errónea del término fue luego esclarecida.

El Cardenal era demasiado optimista. Nunca se aclaró, el sentido equívoco que se había dado a la palabra. Ni ahora mismo, se ha precisado lo que “ecumenismo” significa. Muchos piensan aunque dado el Vaticano II se llamó, como todos los Concilios Generales de la Iglesia, un Concilio Ecuménico, en sentido canónico es decir compuesto por todos los obispos en comunión con la Sede Apostólica, el mismo sentido tendría también el término en el lenguaje protestante. Pero, el ecumenismo protestante es la herejía más mortífera. No es tan solo el indiferentismo: todas las religiones son buenas, es la negación de la realidad misma de la Iglesia.

Enseña que la verdadera Iglesia todavía no existe, ni ha existido pero que existirá en un futuro próximo por una mezcla de todos los puntos de vista, de todas las creencias de todas las religiones que se denominan cristianas. El Concilio Mundial de las Iglesias, que coordina a 239 sectas diferentes, es ahora cuerpo representativo.

La Iglesia Católica a pesar de la visita del Papa Paulo VI a la sede de ese Concilio Mundial de las Iglesias, en Ginebra, ha resistido todavía las presiones para admitir esa final apostasía, uniéndose al Concilio Mundial de las Iglesias; de hacerlo, proclamaría que ella nuestra Iglesia Católica, es tan solo una de tantas sectas que se dicen cristianas pero, Paulo VI ha tenido escrúpulo en enviar delegados, como observadores, a esa organización y por él mismo no tuvo inconveniente en presentarse entre ellos y pronunciar allí un enigmático discurso; así como tampoco encontró objeción válida de fe o de conciencia para admitir algunos pastores protestantes a que contribuyesen a la preparación del Novus Ordo Missae.
 

Las actividades del Concilio Mundial de las Iglesias ayudadas por la confusión entre el sentido clásico de la palabra “ecuménico”, entre los católicos y el sentido protestante del “movimiento ecuménico”, obligó al Vaticano II para evitar toda confusión a dar un decreto sobre el ecumenismo. A pesar de la pretendida caridad que fácilmente hubiera inducido  a los padres conciliares al compromiso, el documento si se estudia con atención, es a no dudarlo, una afirmación de nuestra fe católica, una implícita condenación de el movimiento ecuménico protestante.