Así la Misa tridentina, como infranqueable muralla, se
opuso a la herejía hasta el 3 de abril de 1969, en que el actual Papa
(Comentario del Blog: Paulo Sexto) con su constitución “Missale Romanum”,
introdujo la nueva misa vernácula, conformable a la práctica y principios de
los protestantes, que debía celebrarse sobre una mesa, con el sacerdote mirando
al pueblo, como “presidente” de la asamblea.
La reacción de Inglaterra, como en otras partes del
mundo, fue inmediata. La instrucción papal apareció traducida e1 10 de mayo de
1969, y el día 17 del mismo mes The Latín Mass Society envió una petición al
Santo Padre pidiéndole la conservación de la Misa Tridentina, según del Misal
de San Pio V. Y, cuando en septiembre los Cardenales Ottaviani y Bacci
presentaron al Papa un estudio crítico de la Nueva Misa, preparado por
destacados teólogos de Roma demostrando que el Novus Ordo Missae, “en su conjunto y en sus detalles representa un
alejamiento impresionante de la teología católica de la santa Misa”, la misma
Latin Mass Society publicó inmediatamente una traducción, para enviarla
personalmente a todos y cada uno de los obispos, sacerdotes, monseñores y
religiosos de Inglaterra. La Jerarquía prohibió a los sacerdotes el comentar el
documento y probablemente podemos presumir que las 700 copias fueron a dar al
cesto de papeles inservibles.
En este importante documento, los teólogos demostraban,
con abundancia de ciencia teológica, que la nueva misa había sido
substancialmente rechazada por el Sínodo de Obispos. Que nunca había sido
sometida al juicio colegial de las Conferencias Episcopales y nunca había sido
pedida por el pueblo cristiano; que tenía todas las posibilidades para
complacer a los protestantes más modernistas; que por una serie de equívocos,
insiste en hacer énfasis en la idea de “cena”, en vez de “sacrificio”; que no
hace distinción entre el sacrificio divino y sacrificio humano; que el pan y el
vino solo son de carácter espiritual, no substancialmente cambiados en Cuerpo y Sangre de
Nuestro Señor; que en ningún lado aparece la mención de la Real Presencia de
Cristo, la cual parece implícitamente repudiada; que la posición del sacerdote
y del pueblo están de tal modo falsificada que el celebrante queda casi al
nivel de un ministro protestante y la verdadera naturaleza de la Iglesia es
intolerablemente adulterada; que el abandonar el latín significa un ataque a la
unidad de la Iglesia, no solo en su culto, si no en sus mismas creencias; que
el Novus Ordo Missae no es una defensa, contra las herejías que hoy como ayer
impugnan los dogmas eucarísticos; que hay un “impresionante desvío de la doctrina dogmática del Concilio
de Treto”, doctrina que todos los
católicos estamos obligados a profesar en conciencia, bajo pena de entera
condenación. En una palabra, el Novus Ordo Missae contiene numerosas
insinuaciones y no pocos errores contra la pureza de la religión católica y
desmantela todas las defensas del Depósito de la Fe.
El Vaticano, lo mismo que los obispos de Inglaterra y de
Welsh, como los de todo el mundo, parecen estar de acuerdo en aparentar esta
ignorancia teológica para exigir una obediencia ciega en la aceptación, sin
argumento ni objeción alguna, de la nueva liturgia.
Hicieron lo
imposible para evitar sospechas al introducir gradualmente los cambios. Como
escribió el Cardenal Heenan en su carta pastoral de 12 de Octubre de1969: “¿Por
qué la Misa sigue cambiando? Aquí tenéis la respuesta. Porque hubiera sido
difícil introducir los cambios simultáneamente. Si todos los cambios hubieran
sido hechos al mismo tiempo, todos os hubierais escandalizado”.
Un mes después el cardenal Heenan escribió un prologo a
la traducción inglesa de la Nueva Misa. “El prudente papa Paulo VI ha decidido
que ha llegado el tiempo de poner fin a los experimentos.” El está satisfecho
porque la forma de la Misa no necesitará ser alterada de nuevo, en un futuro
que podamos prever… Es importante darnos cuenta de que la revisión ha sido
hecha bajo la personal supervisión del Santo Padre.
Para oponerse a la herejía, se convocó en la Iglesia el
Concilio Ecuménico, el de Trento que, además de confirmar los decretos del
Concilio Ecuménico IV, promulgados tres siglos antes, promulgó nuevos decretos
y nuevas definiciones dogmáticas que son todavía ahora la formulación de
nuestra fe católica. En la cuestión más importante acerca del Sacrificio de la
Misa Tridentina, confirma la antigua y apostólica doctrina de la Iglesia. El
Novus Ordo puede tener errores.
Estas palabras del Cardenal suponen que todo lo que el
Papa decide hacer o decir debe ser ipso facto correcto. El afirmar este sugiere
la idea de que el Papa es un oráculo pagano; no, la doctrina católica que nos
enseña que el sucesor de Pedro solamente infalible, cuando define ex cathedra,
como el pastor y el maestro toda la Iglesia, una doctrina contenida en el
depósito de la Divina Revelación en materia de fe o de moral bajo pena de
eterna condenación. En todos los demás casos es tan falible como todos los
demás hombres.
El mismo Paulo VI parece
que se sorprendió al ver la extendida resistencia contra el Nuevo Orden de la
Misa; porque el 19 y 26 de noviembre de 1969 dedicó dos de sus alocuciones, a defender
la nueva misa las cuales aparecieron en la edición inglesa de L`Osservatore
Romano el 27 de noviembre y el 4 de diciembre de 1969. Paulo VI, defendiendo la
nueva misa, dijo: “En la misa del nuevo rito permanece la misma misa de
siempre”. El sostuvo que la nueva forma era la voluntad de “CRISTO”, dando así
a entender que, al ordenar el Novus Ordo, el había hablado infaliblemente;
aunque no lo dice expresamente.
Explicó que los cambios se habían hecho, para sacudir la
común apatía de los fieles y “para ayudar a hacer la misa una pacífica, pero
eficaz escuela de sociología cristiana”. Afirmó si, que el latin es “la lengua
de los ángeles” y ofreció un pequeño consuelo al pueblo sencillo que no podía
ya oír los oficios divinos en la lengua de hace diez y nueve siglos., ofreciéndoles
que esa lengua sería usada en los “actos oficiales de la Santa Sede”. Y terminó
diciendo: “No hablemos ya de la nueva
misa. Hablemos más bien de la nueva época de la vida Iglesia”.
Al llegar a este punto, debemos hacer esta pregunta, que
seguramente está y debe haber estado, por largo tiempo, en la mente de todo
católico, que piensa un poco sobre su religión: ¿Por qué se ha hecho todo esto?
Hemos visto al Vaticano desmantelando nuestra fe, con un creciente sentido de
incredulidad, esto no podía suceder, debe ser una pesadilla de la cual
tendremos que despertar en poco tiempo, para encontrar todas las cosas sagradas
intocables en su mismo estado. De todos modos, ¿Por qué el Papa y los obispos
han procedido de esta manera?
Para contestar debemos hacer un pequeño paréntesis para
hablar sobre el “ecumenismo”. Cuando anunció Juan XXIII, el 25 de enero de
1959, “un Concilio Ecuménico”, los no católicos (según lo dijo el Cardenal Bea,
en un artículo publicando en 1961) “pensaron que se trataba de congregar un
Concilio que convocaría a todos los representantes de todas las iglesias o
comunidades cristianas, para discutir entre sí el problema de la unidad”. Esta
interpretación la dedujeron del sentido mismo de la palabra “ecuménico”, usada
ahora para significar el acercamiento de los grupos religiosos, que se dicen
cristianos. Este significado del término, que designa los representantes de
todas las denominaciones cristianas, empezó a usarse en el siglo pasado, para
establecer una unión entre esos grupos. La interpretación errónea del término
fue luego esclarecida.
El Cardenal era demasiado optimista. Nunca se aclaró, el
sentido equívoco que se había dado a la palabra. Ni ahora mismo, se ha
precisado lo que “ecumenismo” significa. Muchos piensan aunque dado el Vaticano
II se llamó, como todos los Concilios Generales de la Iglesia, un Concilio
Ecuménico, en sentido canónico es decir compuesto por todos los obispos en
comunión con la Sede Apostólica, el mismo sentido tendría también el término en
el lenguaje protestante. Pero, el ecumenismo protestante es la herejía más
mortífera. No es tan solo el indiferentismo: todas las religiones son
buenas, es la negación de la realidad misma de la Iglesia.
Enseña que la verdadera Iglesia todavía no existe, ni ha
existido pero que existirá en un futuro próximo por una mezcla de todos los
puntos de vista, de todas las creencias de todas las religiones que se
denominan cristianas. El Concilio Mundial de las Iglesias, que coordina a 239
sectas diferentes, es ahora cuerpo representativo.
La Iglesia Católica a pesar de la visita del Papa Paulo
VI a la sede de ese Concilio Mundial de las Iglesias, en Ginebra, ha resistido
todavía las presiones para admitir esa final apostasía, uniéndose al Concilio
Mundial de las Iglesias; de hacerlo, proclamaría que ella nuestra Iglesia Católica,
es tan solo una de tantas sectas que se dicen cristianas pero, Paulo VI ha
tenido escrúpulo en enviar delegados, como observadores, a esa organización y
por él mismo no tuvo inconveniente en presentarse entre ellos y pronunciar allí
un enigmático discurso; así como tampoco encontró objeción válida de fe o de
conciencia para admitir algunos pastores protestantes a que contribuyesen a la
preparación del Novus Ordo Missae.
Las actividades del Concilio Mundial de las Iglesias
ayudadas por la confusión entre el sentido clásico de la palabra “ecuménico”,
entre los católicos y el sentido protestante del “movimiento ecuménico”, obligó
al Vaticano II para evitar toda confusión a dar un decreto sobre el ecumenismo.
A pesar de la pretendida caridad que fácilmente hubiera inducido a los padres conciliares al compromiso, el
documento si se estudia con atención, es a no dudarlo, una afirmación de
nuestra fe católica, una implícita condenación de el movimiento ecuménico
protestante.