miércoles, 8 de abril de 2015

MEDITACIONES: MARTES DE PASCUA



Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De la aparición de Cristo a los Apóstoles juntos (Luc, 24)

Punto I.- Considera cómo estando todos los Apóstoles y discípulos de Cristo juntos el día de su resurrección, les apareció Cristo glorioso y los consoló hablándoles con aquellas dulces palabras. La paz sea con vosotros; yo soy, no queráis temer; porque a donde Dios está siempre hay paz, y la paz engendra seguridad y destierra todo temor. Pondera el cuidado de Cristo en recoger sus ovejas, visitarlas y consolarlas. Pídele que no se olvide de ti, sino que te visite y te asista, y te de paz, quietud y tranquilidad de corazón, desterrando toda congoja y temor, porque teniendo a Dios no hay que temer aunque todo el mundo se arme contra ti.

   Punto II.- Considera cómo no acabando de persuadirse los discípulos que era el Señor  quien les hablaba por la grandeza de su gozo, les mostró sus llagas diciéndoles: Miradlas y tocadlas, que yo mismo soy, y no sólo el espíritu, porque el espíritu no tiene carne ni hueso como veis que tengo yo. Pondera que de Santa María Magdalena no se dejó tocar el mismo día, a los Apóstoles les mandó que le tocasen; porque Santa María Magdalena no necesitó de aquella experiencia para su fe, creyendo firmísimamente que había resucitado; los Apóstoles y discípulos la necesitaron, y así les dio a tocar Sus llagas. Muchas veces, flacas mujeres vencen en fe y devoción a los varones sabios, y juntamente la benignidad del Salvador que con tanta humildad se entregó a que le tocasen y palpasen para desterrar su incredulidad. Mira con cuánta devoción llegaría toda aquella santa compañía a tocar las llagas de Cristo, el gozo que sentirían en sus almas; y llega tú también con suma reverencia a adorarlas y venerarlas como instrumentos de tu redención y puerto seguro de tu navegación.

   Punto III.- Considera como para asegurarlos más en su fe, les pidió que le diesen alguna cosa si tenían de comer, y ofreciéndole un pedazo de pez y otro de panal, comió delante de todos, para que se desengañasen que no era espíritu como imaginaban, sino hombre verdadero.  ¡Oh grande amor y fineza del Salvador! Que siendo bienaventurado, de cuyo estado es ajeno el comer y  beber, salió de su curso y se humilló por ganar a los hombres y rescatarlos de la infidelidad y establecer la fe de su resurrección. Dale muchas gracias por ello, mira qué debes hacer tú por el bien tanto de tu alma como de la de los tuyos, y cuando convenga no dudes en humillarte a acciones humildes a imitación de Cristo Señor nuestro. Aquí comió lo que le dieron sus discípulos, y a ti te da de comer a sí mismo en la mesa del altar. Considera las gracias que le debes dar por ello, y el amor y voluntad con que le debes servir por tan señalada merced.

   Punto IV.- Considera las  palabras con que remató su visita, diciéndoles que así convenía que padeciese Cristo y resucitase de los muertos para entrar en Su gloria, y predicar en todo el mundo la penitencia y el perdón de los pecados. Si Cristo tuvo que pasar por la cruz y muerte afrentosa para entrar en su gloria, cuánto más conviene que pases tú por ella, para entrar en la gloria que no es tuya, y que manda predicar penitencia y perdón de pecados, porque están encadenados y no se halla lo uno sin lo otro. Si quieres alcanzar el perdón es necesario que hagas penitencia de tus pecados, resuélvete a ello, y pídele a Dios gracia para cumplirlo.