martes, 24 de febrero de 2015

MEDITACIONES: Lunes primero de Cuaresma (Del juicio final)



Meditaciones
              Sacadas de las obras del Padre Fray Luis de Granada

              Undécima edición: 1912



   Del Juicio Final

   Debes despertar hermano en tu alma aquellos dos principales afectos, que debe tener todo fiel cristiano, temor de Dios y aborrecimiento del pecado.

   Piensa pues primeramente cuán terrible será aquel día, en el que se averiguarán las causas de todos los hijos de Adán, y se concluirán los procesos de nuestras vidas, y se dará sentencia definitiva de lo que para siempre ha de ser. Aquel día abrazará e sí los días de todos los siglos presentes, pasados y venideros; porque en él dará el mundo cuenta de todos estos tiempos, y en él derramará Dios la ira y saña que tiene recogida en todos los siglos. Pues ¿qué tan arrebatado saldrá entonces aquel tan caudaloso río de la indignación divina, teniendo tantas acogidas de ira y saña, cuantos pecados se han hecho desde el principio del mundo hasta ahora? Por esto con mucha razón dice el Profeta: Aquel día será día de ira, día de calamidad y de miseria, día de tinieblas y obscuridad, día de torbellinos, día de trompetas y de sonido sobre las ciudades fuertes, y sobre las altas esquinas.

   Considera también las señales espantosas que precederán este día: porque, como dice el Salvador, antes que venga este día habrá señales en el sol, y en la luna, y en las estrellas, y finalmente en todas las criaturas del cielo y de la tierra. Mas los hombres, dice, que andarán secos de muerte, oyendo los bramidos espantosos del mar, y viendo las grandes olas y tormentas que levantará: barruntando por aquí las grandes calamidades y miserias que amenazan al mundo tan temerosas señales. Y así andarán atónitos y espantados, las caras amarillas y desfiguradas, antes de la muerte muertos, y antes del juicio sentenciados: midiendo los peligros con sus temores, y tan ocupados cada uno con el suyo, que no se acordará del ajeno aunque sea padre del hijo, ni hijo del padre. Nadie habrá para nadie. Piensa en aquel diluvio universal de fuego que vendrá delante del Juez, y aquel sonido temeroso de la trompeta, que tocará el arcángel para convocar todas las generaciones del mundo a que se junten en un lugar, y se hallen presentes en juicio, y sobre todo la majestad espantable con que ha de venir el Juez. Después de esto considera, cuán estrecha será la cuenta que allí a cada uno se pedirá. Verdaderamente, dice Job, no podrá ser el hombre justificado, si se compara con Dios; y si se quisiere poner con Él en  juicio, de mil cargos que le haga, no le podrá responder a sólo uno. Pues qué sentirá entonces cada uno de los malos, cuando entre Dios con él en este examen, y allá dentro de su conciencia le diga así: Ven acá, hombre malaventurado, qué viste en mí, porque así me despreciaste y te pasaste al bando de mi enemigo: Yo te levanté del polvo de la tierra, y te crié a mi imagen y semejanza, y te di virtud y socorro con que pudieses alcanzar mi gloria; mas tú, menospreciando los beneficios y mandamientos de vida que yo te di, quisiste más seguir la mentira del engañador, que el consejo saludable de tu Señor. Para librarte de esta caída descendí del cielo a la tierra, donde padecí los mayores tormentos y deshonras que jamás se padecieron. Por ti ayuné, caminé, velé, trabajé, y sudé gotas de sangre. Por ti sufrí persecuciones, azotes, blasfemias, escarnios, bofetadas, deshonras, tormentos y cruz. Por ti finalmente nací en mucha pobreza, viví con muchos trabajos, y morí con gran dolor. Testigos son esta cruz y clavos, testigos estas llagas de pies y manos que en mi cuerpo quedaron, testigos el cielo y la tierra delante de quien padecí, y testigos el sol y la luna que en aquella hora se eclipsaron. Pues ¿qué hiciste de esa ánima tuya, que yo con mi Sangre hice mía? En cuyo servicio empleaste lo que yo compré tan caramente? Oh generación loca y adúltera, ¿por qué quisiste más servir a ese enemigo tuyo con trabajo, que a mí, tu Criador y Redentor, con alegría?  Espantaos, cielos porque dos males ha hecho mi pueblo, a mí desampararme que soy fuente de agua viva, y desamparáronme por otro Barrabás. Llaméos tantas veces, y no me respondistes; toqué a vuestras puertas, y no despertastes; extendí mis manos en la cruz, y no las mirastes; pues decid ahora vosotros ángeles, juzgad vosotros jueces entre mí y mi viña, ¿qué más debí yo hacer por ella de lo que hice?   

   Pues, ¿qué responderán aquí los malos? Los burladores de las cosas divinas, los mofadores de la virtud, los menospreciadores de la simplicidad, los que tuvieron más en cuenta las leyes del mundo, que las de Dios, los que a todas sus voces estuvieron sordos, a todas sus inspiraciones insensibles, a todos sus mandamientos rebeldes, y a todos sus beneficios ingratos y duros?  ¿Qué responderán los que vivieron como si creyeran que no había Dios, y los que con ninguna ley tuvieron cuenta sino con sólo su interés?