martes, 2 de septiembre de 2014

SANTA CATALINA DE GÉNOVA: TRATADO SOBRE EL PURGATORIO (1a Parte)




SANTA CATALINA DE GÉNOVA
TRATADO SOBRE EL PURGATORIO

CAPÍTULO I.
El estado de las almas que están en el Purgatorio; como están exentas de todo amor propio.

CAPÍTULO II.
En qué consiste el disfrute de las almas del Purgatorio. Una comparación podría mostrar cómo ellas ven cada vez más a Dios. Es difícil verbalizar ese estado.

CAPÍTULO III.
La separación de Dios es el principal castigo del Purgatorio. Pero éste es diferente del Infierno.

CAPÍTULO IV.
Acerca del estado de las almas en el Infierno y su diferencia con las que se hallan en el Purgatorio. Reflexiones de la santa sobre aquellos que descuidan su salvación.

CAPÍTULO V.
De la paz y disfrute que hay en el Purgatorio.

CAPÍTULO VI.
Una comparación para mostrar con qué empuje y qué amor las almas en el Purgatorio desean disfrutar a Dios.

CAPÍTULO VII.
Sobre la admirable Sabiduría de Dios al hacer el Purgatorio y el Infierno.

CAPÍTULO VIII.
Sobre la necesidad del Purgatorio, y cuán terrible es.

CAPÍTULO IX.
De cómo Dios y las almas en el Purgatorio se miran mutuamente. La santa entiende que su descripción no expresa cabalmente este asunto.

CAPÍTULO X.
De cómo Dios utiliza el Purgatorio para hacer al alma íntegramente pura. El alma adquiere ahí una pureza tan grande que estaría bien para ella permanecer allí aún después de purgada de pecado, y ya no tuviera que sufrir.

CAPÍTULO XI.
Sobre el deseo de las almas en el Purgatorio de ser completamente lavadas de sus pecados. La sabiduría de Dios en ocultar, de pronto, sus faltas a estas almas.

CAPÍTULO XII.
De cómo el sufrimiento en el Purgatorio va acoplado a la alegría.

CAPÍTULO XIII.
Las almas en el purgatorio ya no están en condiciones de hacer méritos. Cómo ven estas almas la caridad hacia ellas en el mundo.

CAPÍTULO XIV.
Sobre la sumisión de las almas del Purgatorio a la voluntad de Dios.

CAPÍTULO XV.
Reproches que las almas del Purgatorio hacen a la gente del mundo.

CAPÍTULO XVI.
Las almas mostraron nuevamente cómo los sufrimientos de las almas en el Purgatorio no son obstáculo en absoluto para su paz y alegría.

CAPÍTULO XVII.
Ella concluye aplicando todo lo que ha dicho de las almas en el Purgatorio a lo que ella siente, y ha probado en su propia alma.

CAPÍTULO I
El estado de las almas que están en el Purgatorio;
como están exentas de todo amor propio.

Esta alma consagrada se encontró a sí misma, estando aún encarnada, colocada por el ardiente amor de Dios, en el Purgatorio, que la quemaba, limpiando en ella todo lo que necesitaba ser limpiado, hasta que al dejar esta vida pudiera ella presentarse a la vista de Dios, su amado Amor.
Por medio de este fuego amoroso, ella comprendió en su propia alma el estado de las almas de los fieles que van al Purgatorio al purgar su suciedad y manchas de pecado, que no pudieron expiar durante sus vidas.

Y desde esta Alma, colocada por el ardiente fuego divino en este amoroso Purgatorio, se unió a ese amor divino con todos, y comprendió el estado de las almas que están en el Purgatorio. Y ella dijo:
Las almas que están en el Purgatorio no pueden, comprendo, elegir sino estar ahí, esto es por orden divina para hacer justicia. Ellos no pueden cambiar sus pensamientos sobre sí mismos ni decir: “Por haber cometido tales pecados merezco estar aquí”, ni “no los he cometido, y entonces tengo que estar en el Paraíso”, ni “ese se irá más pronto que yo”, ni “yo me iré antes que él”. Ellos no tienen memoria ni sobre sí mismos ni sobre otros, ni lo bueno o lo malo, de ahí que ellos sufran un dolor mayor del que ordinariamente sufrirían. Tan felices están de encontrarse dentro de la voluntad divina, y de que Él pueda hacer todo lo que le place, como le place que sufran este dolor sin pensar en sí mismas, ven solamente la obra de la bondad divina, que conduce al hombre a su misericordia, para no tener que recaer. No pueden ver que están penando por causa de sus pecados, esa visión no puede mantenerse en sus mentes, debido a que estarían en una imperfección activa, en donde ningún pecado actual puede haber.

Solo una vez, al dejar el mundo, pueden ver la causa del Purgatorio, pero no la volverán a tener. Ellos ya no pueden tener voluntad ni deseos salvo la voluntad de la caridad. Estando en el fuego del Purgatorio ellos están dentro de la ordenanza divina, que es pura compasión y nadie puede apartarse de ello porque ha sido privado del poder del pecado, del mérito y del demérito.

CAPÍTULO II.

En qué consiste el disfrute de las almas del Purgatorio.
Una comparación podría mostrar cómo ellas ven cada vez más a Dios.
Es difícil verbalizar ese estado.

Creo que ninguna felicidad puede hallarse valiosa al ser comparada con ese estado de las almas del Purgatorio, exceptuando el de los santos en el Paraíso; y es una felicidad que crece día tras día al fluir Dios dentro de esas almas, más y más, a medida que se consumen los obstáculos puestos a Su entrada. Las manchas de pecado van siendo consumidas, y el fuego elimina la suciedad más y más hasta que las almas se abren al influjo de la Divinidad. Un objeto que estuviese cubierto, no podría recibir los rayos del sol, pero no por un defecto del sol, el cual brilla siempre, sino por causa de que la cobertura pone un obstáculo; se quita éste y, entonces, se abre al sol; cada vez más el obstáculo es consumido, y entonces, más y más recibe los rayos del sol.

Esta es la forma en que las manchas del pecado cubren a las almas, y en el Purgatorio esas manchas son quemadas. Cuanto más sean consumidas, mayor es el acercamiento de las almas a Dios, su verdadero sol. La suciedad del pecado decrece y el alma se abre al rayo divino, crece así la felicidad, hasta que se cumple el plazo necesario para ello.

El dolor no disminuye hasta entonces. Y en cuanto a la voluntad, nunca pueden decir las almas que el dolor es dolor, pues están contenidas en la ordenanza divina, con la cual, en pura caridad, su voluntad está unida.

Pero, por otro lado, ellas soportan un dolor tan extremo, que ninguna lengua lo podría describir, ni mente comprender si Dios por medio de su gracia especial no nos lo mostrara. Eso tampoco puede verbalizarse. La visión que tuve, la revelación que Dios me hizo nunca abandonó mi mente, y yo contaré lo que pueda sobre ello. Comprenderán aquellos cuya mente Dios se ha dignado abrir.

CAPÍTULO III.

La separación de Dios es el principal castigo del Purgatorio.
Pero éste es diferente del Infierno.

Todas las penas del Purgatorio se relacionan con el pecado original y el actual. Dios creó al alma pura, simple y limpia de toda mancha de pecado, con un cierto instinto beatífico hacia Él desde el pecado original, que el alma encuentra en sí misma, quita de sí, y cuando agrega otros pecados a ese original se aleja más y más de Dios.

No puede haber ningún bien salvo por la participación de Dios, que va al encuentro de las necesidades de sus criaturas irracionales como quiere y ha ordenado, no fallándoles nunca, y responde al alma racional en la medida en que la encuentra limpia y sin el obstáculo de pecados. Por consiguiente, cuando un alma se acerca al estado puro y claro en que fue creada, su instinto beatífico se descubre a sí mismo y crece sin cesar, tan impetuosamente hasta el final que cualquier obstáculo le parece a esta alma algo del pasado. Y cuanto más ve, más extremo es su dolor.
Debido a que las almas en el Purgatorio no sienten culpa de pecado, no hay obstáculo entre ellas y Dios, excepto su dolor, que las lleva hacia atrás y así no pueden alcanzar la perfección. Ven claramente la gravedad de cada obstáculo en su camino, y ven también que su instinto es obstaculizado por una necesidad de justicia: de ahí nace un rugiente fuego, como el del infierno, pero carente de culpabilidad. La culpa es lo que las hace condenadas en el infierno, en donde Dios no concede Su Bondad, y por eso permanecen allí, en desesperada mala voluntad, opuesta a la voluntad de Dios.

CAPÍTULO IV.

Acerca del estado de las almas en el Infierno
y su diferencia con las que se hallan en el Purgatorio.
Reflexiones de la santa sobre aquellos que descuidan su salvación.

Es manifiesto que hay perversidad en la voluntad contraria a la voluntad de Dios, donde la culpa es conocida y la mala voluntad persiste; y es que la culpa de aquellos que han pasado de esta vida al Infierno, no es remitida. No puede serlo, dado que ya no hay cambio de voluntad; en el pasaje al otro mundo el bien o el mal se estabilizó en concordancia con su deliberada voluntad. Como se ha escrito: “Ubi te invenero”, es en la hora de la muerte que prevalece la voluntad de pecar, o el arrepentimiento, “Ibi te judicabo”. Según se incline la balanza hacia un lado u otro, después no hay remisión, según se me ha mostrado.

Después de la muerte el libre albedrío ya no puede retornar, pues la voluntad ha quedado fijada en el momento de la muerte. Y, dado que las almas en el Infierno han tenido en el momento de la muerte la voluntad hacia el pecado, deben soportar la culpa a través de la eternidad, sin mérito por sus penas, solo soportarlas, sin final.

En cambio, las almas del Purgatorio solo soportan el dolor, no ya la culpa, por haberse arrepentido de los pecados en el momento de la muerte, y de sus ofensas a la bondad divina.

Por lo tanto, su dolor es finito, y su tiempo se va acortando, como ha sido dicho.
¡Oh, miseria más allá de toda miseria, tan grande que la ceguera humana no puede verla!
El dolor del condenado no es infinito en cantidad debido a que la bondad de Dios arroja su rayo de misericordia aún en el Infierno. Porque el hombre que muere en pecado merecería pena infinita por un tiempo infinito, mas la misericordia de Dios le ha puesto infinitud solo al tiempo. En justicia, Dios podría haber dado al hombre más pena.
¡Oh! Cuán peligroso es el pecado cometido con malicia. Sin arrepentimiento, el hombre soportará la culpa mientras persevere y desee pecar nuevamente.

CAPÍTULO V.

De la paz y disfrute que hay en el Purgatorio.

Las almas en el Purgatorio tienen la voluntad, los deseos, en concordancia con la Voluntad de Dios, Quien arroja sobre ellos Su bondad, y ellos, hasta donde pueden, son felices y se limpian de todos sus pecados. En cuanto a la culpa, estas almas llegan a estar limpias como lo estaban cuando Dios las creó. Dios perdona sus culpas inmediatamente al dejar este mundo si ha habido confesión de los pecados y arrepentimiento o voluntad de no cometerlos más. Solo las manchas que han dejado los pecados es lo que deberá limpiarse mediante el fuego. Y una vez limpias de toda culpa y unidas a la voluntad de Dios, ellas ven con claridad el grado en el cual Él se les revela y ven cuán importante es disfrutarlo a Él, y que estas almas han sido creadas para este fin.
Además, son llevadas a unirse con Dios y movidas hacia Él en tal sabiduría, con Su natural instinto hacia las almas funcionando en ellas, que ni argumentos ni figuras ni ejemplos podrían hacerlo claro cuando la mente conoce esto por medio de su sentimiento interno y lo comprende.
Deseo, no obstante, hacer una comparación que viene a mi mente.  Continuará..


Tomado de Radio Cristiandad
Martes 1 noviembre 2011