En una pequeña aldea del sur de Francia, Seilhán, distante unos 60 kms
al este de Lourdes; aquí nace Gilles Bouhours, “el pequeño Gil” en 1944, el
mensajero de María ante el Papa Pío XII.
Desde niño, muestra una piedad poco común, reza durante prolongados
tiempos y se le ve hacer penitencias. A los 3 años se presenta cierto día a su
padre y le dice: “Papá, la Santísima
Virgen me dio un mensaje que debo transmitírselo al Papa; debo ir a verle”. Al
principio el padre no tomó el asunto en serio, pero Gil insistió en esta
“misión” durante dos años; su madre, movida por la curiosidad, le pide le
revele tal mensaje; la respuesta no se hizo esperar: “¡Mamá, el mensaje es para el Papa; no para ti!”, el padre, en
cierta oportunidad le pregunta: “…¿y tú
qué sabes acerca del Papa?...”, Gil responde: “…¡el Papa es el Papa y yo debo darle el mensaje que me encargó la
Virgen!...” Los vecinos de la aldea, enterados de esto, ofrecieron pagar el
viaje del niño y su padre a Roma, sabían que no era niño de andar con cuentos,
¿por qué no creerle?
Corre el año del Señor de 1949. Por fin se ponen en camino. Durante
el mismo, el señor Bouhours pensaba con
qué cara tocaría las puertas del Vaticano y diría: “Necesito una audiencia con el Papa, pero no para mí, sino ¡¡¡para mi
hijo de cinco años!!!!...”.
Llegaron a Roma y se hospedaron en el Colegio Francés. Nadie sabía, en
principio, de su arribo, ocurrido un martes. Al día siguiente, un emisario del
Papa pregunta en la portería del colegio si ahí se hospedaba un niño de la
región de Lourdes. Cuando el padre se entera, queda maravillado, ¿cómo supo el
Papa de su llegada?... Fue un alivio saber que la audiencia se facilitó de
manera extraordinaria. La entrevista sería el jueves 10 de diciembre de 1949 a
las 11 horas.
Padre e hijo se presentaron puntuales; un secretario les recibe y llevó
al niño ante la presencia de Su Santidad. El padre esperó fuera. Luego de una
hora (las entrevistas papales no suelen durar más de 20 minutos), el mismo
Papa, tomando de la mano al niño, se lo devuelve al padre, agradeciéndole
haberlo llevado y le dice: “… hace tiempo
pido al cielo que me dé una confirmación, una señal inequívoca de aceptación de
un dogma que deseo declarar… y su hijo me la trajo. El mensaje de la
Santísima Virgen fue:
“Dile al Papa que al fin de
mis días en la tierra, mi cuerpo y mi alma fueron llevados por mi Divino Hijo y
los ángeles a los cielos, y quiere Dios que esto sea creído por toda la
Iglesia”.
¡No era posible que un niño de 3 años inventara esta historia y menos que perseverase en ella hasta
conseguir cumplir su misión! El Papa Pío XII declara el dogma de la Asunción de
María a los cielos en cuerpo y alma al año siguiente.
El niño regresó a la aldea donde, entre otras cosas, esperaba un día ser
sacerdote “…para dar a Jesús a las almas…” Dios tiene otros planes para él. En
1960, el 26 de febrero, Gil muere santamente a los 15 años; tres días antes anuncia
su muerte y esa misma tarde comienza una intensa fiebre; sus restos están en el
cementerio de Ceilán, donde otorga abundantes gracias. Los numerosos exvotos
que custodian su tumba, así lo atestiguan.
El inmortal pontífice Pío XII, el día 1 de Noviembre de 1950, en el
atrio exterior de la Basílica Vaticana, rodeado de 36 cardenales, 555
patriarcas, arzobispos y obispos, de gran número de dignatarios eclesiásticos y
de una muchedumbre enardecida de entusiasmo que no bajaba del millón de
personas, definió solemnemente, con su suprema autoridad apostólica, el dogma
de la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo.
R. P. Ernesto Cardozo